Papa: La reconciliación y la paz en Corea y el mundo son posibles sólo con la conversión del corazón
Seúl (AsiaNews)- "¡Tengan confianza en la potencia de la cruz de Cristo!". Es el mensaje conclusivo a la península coreana, que el papa Francisco confía en la última ceremonia pública de su visita apostólica en el país: la gran misa para la reconciliación y la paz al interior de la catedral de Myeongdong, en Seúl. "El don divino de la reconciliación, de la unidad y de la paz- subrayó con fuerza francisco- está inseparablemente ligado a la gracia de la conversión: se trata de una transformación del corazón que puede cambiar el curso de nuestra vida y de nuestra historia como individuos y como pueblo".
Entre los bancos hay diversos grupos que representan a las varias heridas abiertas de toda la entera península: refugiados nord-coreanos que ahora viven en Seúl (escondidos entre los fieles comunes para no ser reconocidos), un grupo de ex "confort woman"; algunos obreros desocupados de la Ssangyong Motor; los residentes del "Pueblo de la paz" de Gangjeong; aquellos que se baten por la salvaguardia de Miryang y los familiares de las víctimas del desastre de Yongsan. Antes de subir al altar, el Papa se detiene por un buen rato con una de las ex "esclavas" víctimas de la ocupación japonesa, Kim Goon-ja, que le regala un pequeño prendedor con forma de mariposa: es el símbolo del "Butterfly Fund", fondo que mantuvo también económicamente por años a las secuestradas por los soldados japoneses. Francisco la llevará encima durante toda la misa.
Iniciando su homilía, el pontífice agradeció a Dios por las "muchas bendiciones" que ha concedido a este amado país y, en modo particular, a la Iglesia en Corea. Entre éstas, un lugar particular va a la presencia de tantos jóvenes peregrinos que se reunieron de tantas partes de Asia. "Su amor por Jesús y su entusiasmo por la difusión de su reino, fueron una inspiración para todos".
La misa de hoy, agrega enseguida, "es sobre todo y principalmente una oración por la reconciliación en esta familia coreana". Pero la unidad y la prosperidad prometidas por Dios al pueblo disperso- como escuchamos en la primera lectura- están "inseparablemente ligadas a un mandamiento. Volver a Dios y obedecer con todo el corazón a su ley (Cfr. Dt. 30,2-3). El don divino de la reconciliación, de la unidad y de la paz están inseparablemente ligados a la gracia de la conversión; se trata de una transformación del corazón que puede cambiar el curso de nuestra vida y de nuestra historia, como individuos y como pueblo".
La invitación a la conversión es "naturalmente urgente para la sociedad coreana, pero "llama también a los seguidores de cristo en Corea a examinar la cualidad de su contribución a una sociedad más justa y humana". "Los llama, como cristianos y como coreanos, a rechazar con firmeza una mentalidad fundada en la sospecha, en el contraste y en la competición, y a favorecer una cultura plasmada por la enseñanza del evangelio y de sus nobles valores tradicionales del pueblo coreano".
Esto, reasume Francisco, "es el mensaje que les dejo al concluir mi visita a Corea. ¡Tengan confianza en la potencia de la cruz de cristo! ¡Reciban su gracia reconciliadora en vuestros corazones y compártanla con los otros! Les pido que lleven el testimonio convencedor del mensaje reconciliador de Cristo a vuestras casas, a vuestras comunidades y a todos los ámbitos de la vida nacional. Recemos entonces por el surgir de nuevas oportunidades de diálogo, de encuentro y de superación de las diferencias, para una continua generosidad en el dar asistencia humanitaria a cuántos están necesitados, y por un reconocimiento más amplio de la realidad que todos los coreanos son hermanos y hermanas, miembros de una misma familia y de un único pueblo. Hablan la misma lengua".
Un pedido también a los muchos sacerdotes coreanos conocidos durante la visita: "Les pido, cuales embajadores de Cristo y ministros de su amor de reconciliación, que continúen construyendo ligámenes de respeto, e confianza y de armoniosa cooperación en vuestras parroquias, entre ustedes y con vuestros obispos". Queridos hermanos y hermanas, concluye el Papa. "Dios nos llama a volver a Él y a escuchar su voz y prometer de establecerse en la tierra en una paz y prosperidad mayor de cuánto nuestros antepasados hayan jamás conocido. ¡Puedan los seguidores de Cristo en Corea preparar el alba de aquel nuevo día, cuando esta tierra de la calma mañana, gozará de las más ricas bendiciones divinas de armonía y paz! Amén". En la oración de los fieles, Francisco agrega libremente un pensamiento para el card. Filoni "que debía estar con nosotros, pero fue enviado por el Papa a Irak. Recemos por él y por todas las minorías de aquella tierra que sufren".
Después de la homilía, el arzobispo de Seúl y administrador apostólico de Pyongyiang, card. Andrew Yeom Soo-jung, presenta al Papa una "corona de espinas" realizada con el alambre de púas de la Línea de demarcación militar que separa las dos Coreas a la altura del 38° paralelo. Francisco llevará la corona a Roma.
Antes de la misa, el Papa encontró en forma privada a algunos líderes religiosos de Corea: cristianos protestantes, budistas, confucianos, representantes de las religiones tradicionales coreanas, anglicanos y luteranos. Todos fueron introducidos y presentados al pontífice por mons. Igino kim Hee-jong (arzobispo de Kwangju y presidente de la Comisión episcopal coreana para el ecumenismo y el diálogo interreligioso). Con cada uno intercambió algunas palabras y hubo un intercambio de dones.
Inmediatamente después, el pontífice dijo a los presentes (en español, con traducción al coreano): "La vida es un camino, un largo camino que no se puede recorrer solos. Es necesario caminar con los hermanos, en la presencia de Dios. Caminar juntos, como Dios pidió a Abraham. Somos hermanos, caminemos juntos. Que Dios los bendiga, y por favor les pido recen por mí".