P. Shamil en Bagdad: mi vocación, siguiendo a Mons. Rahho y a los mártires iraquíes
AsiaNews se reunió con el sacerdote, que fue ordenado por el Card. Sako el 18 de enero pasado. La amistad con una religiosa como antesala de su ingreso al seminario, con el consenso de la familia. Fraternidad, aceptación y contrastar el odio son los pilares de la misión en Irak. La Iglesia local ha dado testimonio de la fe, sacrificando a sus hijos, religiosos y laicos.
Bagdad (AsiaNews) - Una vocación que surgió gracias a la amistad con una religiosa y un sacerdote, cultivada en el seminario y vivida a diario, siguiendo el ejemplo de los mártires iraquíes, cuyo testimonio es fuente de orgullo para toda la Iglesia. De esta manera se refiere el Pbro. Madyan Shamil a su decisión de abrazar el sacerdocio, aprendiendo a amar al prójimo “como a sí mismo”, siguiendo el ejemplo del Evangelio. Actualmente incardinado en la diócesis patriarcal de Bagdad, él fue ordenado el 18 de enero pasado por el Card. Louis Raphael Sako, en una ceremonia colmada de alegría, vivida junto a toda la comunidad de la capital.
Nacido el 29 de enero de 1995 en Mosul, hizo su ingreso al seminario en el 2012, y concluyó sus estudios en el 2018. Luego, pasó un breve período estudiando en Italia, sobre todo en Asís, donde “aprendí a ejercitarme en la espiritualidad”. Actualmente es asistente del párroco en la catedral caldea de San José, en Bagdad. A continuación, transcribimos la entrevista que el flamante sacerdote concedió a AsiaNews:
Padre Madyan, ¿cómo fue que nació su vocación?
Desde pequeño me di cuenta de que tenía el deseo de servir al Señor. Luego de la ocupación americana en Irak [en el año 2003], mis padres decidieron acudir a la iglesia todos los domingos. En aquella primera misa conocimos a una religiosa, y ella le pidió a mi padre si podía enseñarnos a mi hermana y a mí. Gracias a ella, aprendimos el catecismo, la lengua caldea y también las oraciones, para prepararnos para la Primera Comunión. Nos convertimos en sus ‘hijos’, y fue con ella que comenzamos a sentir la llamada de Dios, que luego fue profundizada a través de la relación con el Padre Hanna Jajika con quien participaba en la misa o visitábamos a las familias. En ese momento me enamoré de la Iglesia y del ministerio del sacerdocio, y luego vino mi pasión por la lectura de libros y revistas, en particular, aquellos sobre el sacerdocio y la vida de los santos. En el 2012, al terminar la escuela secundaria, pedí a mis padres ingresar al seminario y compartir la experiencia de permanecer allí un mes. Después de este breve período, y luego de hablar con el obispo, decidí ingresar oficialmente a Erbil, con el acuerdo de mi familia. En el matrimonio, en la vida consagrada, en el trabajo, cada uno de nosotros, siguiendo su vocación, debemos ser mensajeros de Dios y estar al servicio de los demás.
El Papa Francisco ha subrayado que la misión se hace con la propuesta, el testimonio, y la vida en común: ¿cómo se conjuga la tarea del anuncio con la realidad actual que se vive en Irak?
Cristo, en el Evangelio, nos exhorta a amar “al prójimo como a ti mismo”, sin que medie el interés. Este amor significa sacrificio y don de sí, tal como hace el mártir, que es testigo de su fe. Este testimonio se vuelve eficaz en el sacrificio. Los cristianos de Irak vivimos esta experiencia y estamos orgullosos de todos los que han dado este ejemplo de testimonio, hasta llegar a la sangre. Los principios de la misión en Irak son la fraternidad, la no-violencia y el contraste del odio, la aceptación del otro sin discriminación, compartiendo alegrías y tristezas. En este sentido, nuestro país se distingue por la multiplicidad de culturas, ideologías y lenguas.
¿Cuál es el rol de la Iglesia en el Irak actual?
Nuestro rol no se limita exclusivamente a la palabra, sino que también puede traducirse en acciones y gestos extraordinarios. Hace poco, frente a las manifestaciones masivas contra el gobierno - en las cuales murieron cientos de iraquíes - el patriarca caldeo y sus asistentes obispos, junto a algunos sacerdotes, visitaron la plaza símbolo de la revolución. Ellos alentaron a los fieles, porque han sabido quebrar la barrera sectaria y relanzar la identidad nacional. [El Card. Sako] ha invitado a escuchar el legítimo grito [de la gente], y con la Navidad en puertas canceló los festejos, como gesto de solidaridad con las víctimas, limitándose a celebrar la misa, rogando por la paz, y visitando a los heridos. La Iglesia está a la vanguardia del encuentro entre los diferentes credos, en la búsqueda de la fraternidad y la reconciliación.
Su familia es una de las tantas que huyeron de Mosul y de la llanura de Nínive en el verano del 2014, con la llegada del ISIS. ¿Qué recuerdos conserva de aquellos días?
Antes de la llegada del Estados Islámico (EI, ex ISIS), mi familia vivía en Karamles. Cuando llegaron los yihadistas yo no estaba con mi familia, porque ya me encontraba en Erbil. El recuerdo que tengo es el de una gran tragedia… por la mañana, temprano, miles de cristianos, niños y ancianos, familias enteras, todos vinieron a las iglesias de Erbil en estado de shock, sin dinero, sin ropa, sin techo. Con la ayuda de la Iglesia, de los benefactores y de las ONGs, además del gobierno regional del Kurdistán, se logró responder a la emergencia y garantizar el alojamiento y la atención médica de estas personas. Hoy, una parte de ellas ha regresado a casa luego de la derrota del ISIS, pero muchos permanecen en el Kurdistán, y una parte ha huído al exterior.
¿Dónde ven su futuro los refugiados de Mosul? ¿Su familia desea regresar?
Por ahora, se han establecido en Ankawa (un barrio cristiano de Erbil). El Kurdistán ha demostrado ser un lugar que se destaca por su hospitalidad, un área donde se vive en paz y es posible la convivencia, hay seguridad y prosperidad, hay oportunidades laborales y un buen clima, para vivir una vida digna. Por supuesto que lo que se espera a futuro es que la situación en Mosul mejore, y que los cristianos puedan regresar con total seguridad. Pero por el momento, se está lejos de ello.
En el pasado, Mosul fue escenario del homicidio del Padre Ragheed y del secuestro de obispo Rahho, que terminó trágicaente. ¿Qué recuerdos tiene de aquella época?
Cuando murió el Padre Ragheed yo todavía era un niño, pero aún conservo algunos recuerdos y en particular del obispo, que me dio la Primera Comunión. Mons. Rahho era una persona cordial y valiente, que no tenía miedo y trataba de infundir coraje. La muerte del Padre Ragheed estuvo precedida por el homicidio de otro sacerdote, el Pbro. Paul Iskandar, de la iglesia sirio-ortodoxa, que fue asesinado seis meses antes. En esa época los cristianos se sentían perseguidos y esto los empujó a emigrar, sobre todo, a Siria.
El Patriarca Sako, en más de una oportunidad, también ha definido a la Iglesia iraquí como una Iglesia de mártires…
La fe verdadera se revela a través de las acciones, y la Iglesia iraquí ha dado testimonio de esta fe con el sacrificio de sus hijos, religiosos y laicos. Las personas han sufrido mucho las persecuciones y la violencia, los secuestros por dinero, varias iglesias bombardeadas, otros fueron amenazados con la conversión al islam o con dejar la ciudad. A pesar de todo, hemos sentido el poder del Señor, que nos acompaña y nos protege del mal.
17/12/2016 13:14