11/03/2019, 13.03
SIRIA
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P. Ibrahim: la Vía Crucis de Aleppo entre embargo, desocupación y aislamiento

La electricidad está garantizada por una sola hora al día. Es necesario abrir la autopista y el aeropuerto, de otro modo la ciudad será “sofocada por la falta de trabajo y recursos”. Continúa el éxodo de los cristianos “obligados” porque “no se ve un futuro”. Sólo Jesús puede curar “las heridas abiertas, es necesario levantarse y moverse”.

 

Alepo (AsiaNews)- En Alepo la situación es todavía “muy difícil”, la población vive “una Vía Crucis continua”  partiendo de la falta de electricidad “garantizada por una sola hora diaria”. Es cuanto cuenta a AsiaNews el p. Ibrahim Albasagh, de la parroquia latina de Alepo, metrópolis del Norte por años epicentro del conflicto sirio iniciado en marzo de 2011. Si persiste el aislamiento “como en Idlib y Hamat” y no se abrirán la “autopista y el aeropuerto, la ciudad será sofocada por la falta de trabajo y de recursos. Una condición de vida inaceptable para la dignidad humana”.

El sacerdote critica el perdurante embargo (deseado por los EEUU y por el bloqueo occidental para atacar a la dirigencia siria y el presidente Bashar al-Assad), que “continúa siendo un medio para aumentar los sufrimientos de la población”. Esto, agrega, “sofoca toda posibilidad de vida digna: no es aceptable que la gente esté en fila 4 horas bajo la lluvia para poder comprar una garrafa de gas” o que “los apenas nacidos, como los ancianos, sufran el frío porque no pueden comprar una gota de gasóleo para la calefacción”.

Nacido en Damasco en 1971, el religiosos se puso en primera persona en favor de las víctimas, cristianas y musulmanas, de una guerra que provocó casi medio millón de muertos y más de 7 millones de evacuados. En el período de la preparación a la Pascua, el sacerdote lanzó una iniciativa benéfica para las familias en dificultad; un tanque de aceite de oliva para todas las familias de la ciudad, como signo tangible de caridad y misericordia.

Hablando con obreros y artesanos, continúa el sacerdote franciscano, “sabemos que desde el 15 de noviembre pasado el mercado está casi bloqueado y no hay trabajo”. Algunos padres de familia “con lágrimas en los ojos, cuentan que no pudieron juntar ni siquiera 20 euros en el último período para dar de comer a sus hijos”.

De aquí la elección de expatriar, que continúa. “Ayer vino una madre a saludarme- afirma- diciendo que partiría para Canadá, con sus dos hijos jóvenes que ya la precedieron en Líbano”. “Me confesó que no quería irse, abandonar su propio país- prosigue- pero estamos obligados a hacerlo, porque no hay medios para sobrevivir” y en Siria “no se ve un futuro”.

“Esta misma madre-narra el p. Ibrahim- dijo que la Iglesia no se ahorró para apoyarnos e hizo de todo, pero el problema es que este caos no termina más. Concluyó diciendo que partirá con las lágrimas, llevando a todos en su corazón”. En esta situación “que continúa siendo absurda” subraya el franciscano, “nosotros continuamos la distribución de los paquetes alimenticios e insistimos con la asistencia sanitaria a todos los niveles, para que no haya una cobertura eficaz para los enfermos y la jubilación de los ancianos es sólo simbólica”.

Es necesaria una obra capilar de reparación de las casas: hasta ahora fueron ayudadas 1300 de ellas, pero muchas otras necesitan de una sistemación para que puedan ser viables. “Hay una ciudad entera - afirma el p. Ibrahim- que se debe reparar. Pero, los proyectos de microeconomía son una gota en el mar, en un contexto de fuerte desocupación: “Se necesitan miles de proyectos - confirma- para ayudar a la ciudad a ponerse en movimiento, para que las personas puedan recuperar la dignidad perdida, ganándose la comida con el trabajo de su propio sudor”.

Las personas “tienen áun muchísimas heridas abiertas”, concluye el p. Ibrahim, pero hay también otra confianza “en nuestro médico, Jesús, que tiene la gracia para podernos curar de todas las enfermedades y de todas las heridas. No hay tiempo para quedarse en el suelo llorando, hay que levantarse y moverse. Estamos orgullosos de ‘completar’ en nuestra vida y en nuestro cuerpo, lo que falta a los sufrimientos de Cristo”.

 

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