10/09/2020, 14.20
TIERRA SANTA
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Mons. Marcuzzo: mi misión al servicio de la presencia cristiana en Tierra Santa

El vicario de Jerusalén presentó su renuncia por haber alcanzado el límite de edad, pero permanecerá en su cargo hasta el nombramiento, en breve, del nuevo patriarca. Para AsiaNews, recorre 60 años en la región, de los cuales pasó 24 como sacerdote y 27 como obispo. El Sínodo diocesano es un momento central en la vida de la Iglesia. La controversia sobre la mezquita de Nazaret y una paz que sigue siendo posible.

 

Jerusalén (AsiaNews) - La cuestión fundamental para los cristianos de Tierra Santa “siempre ha sido permanecer aquí y no emigrar”, por eso “debemos seguir trabajando para que se queden, de lo contrario se vaciará la comunidad”. Este es el desafío más importante según Mons. Giacinto-Boulos Marcuzzo, obispo auxiliar y vicario patriarcal de Jerusalén, quien a fines de agosto presentó su renuncia por haber alcanzado el límite de edad pero continuará en su cargo hasta el nombramiento del próximo patriarca de los Latinos. “La permanencia - explica a AsiaNews - no es sólo una cuestión práctica, relacionada con las escuelas, la política o el trabajo, sino más bien una vocación interior: ser cristiano en Tierra Santa es una vocación y un compromiso personal”.

En esta entrevista el prelado recorre 60 años de misión en la región, primero como estudiante, luego como sacerdote y por último como obispo durante 27 años. “Cuando estudiaba en Roma - recuerda - descubrí que la comunidad cristiana, no solo en Tierra Santa sino en todo Medio Oriente, tiene un pensamiento filosófico y cultural profundamente arraigado en la Edad Media, sobre todo en el período del 800 al 1200. Esto debe hacernos comprender que no son extranjeros en su tierra, sino que desde la Biblia hasta la actualidad hay una continuidad de vínculos, de literatura y de pensamiento que debemos valorar”.

Desde el punto de vista pastoral, tenemos la esperanza de que “puedan volver pronto, y siempre habrá peregrinos, porque los lugares santos privados de su presencia” por la pandemia del coronavirus “constituye una catástrofe”. “Este vacío - sigue diciendo - le hace mucho daño a nuestras familias, si consideramos que el 33% de ellas trabaja de manera directa o indirecta en contacto con los peregrinos. El futuro de la comunidad cristiana en la región también pasa por su visita continua”.

A finales de agosto, el Papa Francisco aceptó la renuncia por límite de edad del obispo auxiliar de Jerusalén, como está previsto en el derecho canónico al llegar a los 75 años. Nacido en San Polo de Piave, provincia de Treviso (Véneto), el prelado italiano ocupó el cargo durante más de 27 años y fue uno de los colaboradores más cercanos del primer patriarca de los Latinos, el palestino Mons. Michel Sabbah. Por el momento seguirá siendo vicario general de la diócesis, hasta el nombramiento del nuevo patriarca que debería reemplazar al actual administrador apostólico, Mons. Pierbattista Pizzaballa.

En 1957 ingresó en el Seminario menor del Instituto Misionero San Pío X en Oderzo, tres años después se trasladó a Beit Jala, donde continuó sus estudios, primero en el Seminario menor y luego en el mayor. Fue ordenado sacerdote el 22 de junio de 1969 y consagrado obispo el 3 de julio de 1993; el 15 de agosto de 2017 recibió su último nombramiento como vicario patriarcal para Jerusalén y Palestina, habiendo vivido toda su vida sacerdotal y misionera en Tierra Santa.

Mirando hacia atrás todos esos años en la región, Mons. Marcozzo cuenta que “en el plano político no ha habido grandes cambios, y sobre todo no ha llegado la paz. Incluso los acuerdos de los últimos tiempos, en particular entre Israel y los Emiratos, parecen responder más bien a un interés privado,con la bendición de Estados Unidos, que a un paso en favor de los pueblos”. La ilusión de una verdadera paz, recuerda, “la vivimos entre 1993 y 1995, con Yitzhak Rabin y los acuerdos de Oslo. En aquel momento existía realmente la esperanza de un nuevo futuro de paz, que después se desvaneció. Ahora esperamos líderes políticos que realmente se preocupen por una paz basada en la justicia, en la línea de Juan XXIII con su ‘Pacem in Terris’, aunque de momento parezca difícil”.

El momento central de la experiencia en Tierra Santa sigue siendo “el gran Sínodo pastoral general diocesano que se desarrolló durante nueve años y tuvo un impacto enorme en la vida de las comunidades cristianas. El lema del sínodo era ‘Juntos’ e involucró a todas las confesiones cristianas, abrazando también a los judíos y musulmanes. Fue especial en muchos sentidos, sobre todo gracias a la organización que tuvo, los métodos y los participantes. Al finalizar, se publicó un ‘Plan pastoral general’ para orientar a la Iglesia en el nuevo milenio, que hoy sigue vigente.

En cuanto a las relaciones con los musulmanes, fue clave la controversia que se planteó en 1997 y 2002 sobre la construcción de una mezquita en Nazaret. “Eran años difíciles - recuerda - en los que no hubo problemas de libertad religiosa o de culto, sino sólo políticos. Una facción quería construir una mezquita frente a la Basílica de la Anunciación, con cinco minaretes y mucho más alta que la basílica misma, para dominarla. Nosotros no queríamos arruinar las excelentes relaciones con la comunidad musulmana local aunque nos oponíamos al proyecto, pero muchos musulmanes lucharon contra nosotros. Al final, sin hacer manifestaciones pero trabajando con diplomacia y diálogo, y gracias al apoyo del Papa Juan Pablo II, pudimos bloquear el proyecto”.

Mons. Marcuzzo pone de relieve el gran trabajo que realizó en estos años el administrador apostólico Mons. Pizzaballa y espera que el nuevo patriarca que llegará en un futuro próximo “vuelva siempre a las orientaciones del Sínodo diocesano”. A ello se suma la tarea primordial de impedir la emigración y salvaguardar la presencia cristiana. “Quiero ser optimista”, concluye el prelado imaginando el futuro de Tierra Santa en 2050. “Y creer que siempre habrá una fuerte presencia cristiana” que pueda contribuir “a cambiar la situación mundial y en Medio Oriente, haciendo que triunfe la verdadera justicia y la paz… No debemos perder nunca la esperanza”.

 

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