17/03/2020, 16.37
MONGOLIA
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Mongolia, aislada por el coronavirus. ‘Cuaresma en cuarentena, con el don de la misión’

P. Giorgio Marengo: “La misión provoca la transfiguración del misionero, de otro modo no sería más que un trabajo”, Mongolia ha cortado el acceso a todos los países, suspendió las clases en las escuelas y las actividades pastorales. Misas, Rosarios, espacios de formación para jóvenes y catequesis de Cuaresma: todo se desarrolla en Internet. La parroquia de  Arvaiheer realiza encuestas para mejorar los servicios sociales.

Arvaiheer (AsiaNews) – Mongolia es un país que se ha detenido: todas las escuelas se encuentran cerradas; se han prohibido los viajes; las actividades pastorales se han suspendido para evitar el contagio del coronavirus. Es en este contexto que “uno se da cuenta de que, ante todo, y más allá de todo lo que podamos hacer en términos de proyectos y actividades, hay una dimensión de la entrega que sucede de un modo más profundo. Aunque el andamiaje externo no esté, uno vuelve a descubrir que la misión, antes de ser una actividad, algo que se realiza, es una dimensión del espíritu”. Quien lo afirma en diálogo con AsiaNews es el Pbro. Giorgio Marengo, misionero de la Consolata que se encuentra en el país de las estepas desde el año 2003.

El Padre Giorgio cuenta que se vive una situación de profunda tristeza y preocupación por las noticias sobre el contagio, que llegan sobre todo de Italia, su país de origen. A fines de enero, el gobierno de Ulán Bator decretó el cierre de las fronteras con China y suspendió las actividades pastorales. Se bloquearon los vuelos de línea y nadie entra ni sale del país, donde ya hay cuatro personas contagiadas.

Hace más de un mes que su parroquia de Arvaiheer está cerrada y las misas se han suspendido. Lo mismo sucede con las actividades como el jardín de infantes o los talleres gratuitos de costura y repostería. Todos los días, resalta, “recibimos mensaje del Ministerio de Salud, con directivas y precauciones para observar. En este sentido, admiramos muchos los esfuerzos del gobierno mongol para prevenir el contagio, y seguimos fielmente las disposiciones oficiales. Suelen presentarse funcionarios, para cerciorarse de que las reglas se respetan, y nosotros colaboramos con ellos”.  

Sin embargo, continúa el misionero “aunque nos estemos perdiendo la Cuaresma en el sentido de vivirla en comunidad, la creatividad de los fieles no se detiene. Así es como han surgido iniciativas personales para sostener la fe. Mayormente, la obra pastoral se ha desplazado a las redes sociales, pero también continúan los mensajes y llamadas privadas con fieles, que cada día nos piden el pasaje del Evangelio del día, para poder meditarlo”. “También ha sido muy edificante ver cómo personas de distintas tradiciones religiosas se congregan para dedicarse a la oración y a la solidaridad”. 

El Padre Giorgio tuvo que suspender la formación de los catecúmenos. Todas las actividades de la Semana Santa todavía son inciertas. La comunidad misionera – formada por dos sacerdotes y dos religiosas– ha decidido “aprovechar”  el tiempo de paro obligatorio para “reflexionar sobre cómo difundir las actividades de la comunidad, cuando esto sea posible: hemos preparado preguntas para una encuesta, que haremos por teléfono, para recoger sugerencias respecto a cómo mejorar nuestro servicio pastoral”. 

Como misionero en un país extranjero, reflexiona el sacerdote, “en un momento en el cual las actividades están en riesgo uno se da cuenta de que no estamos aquí solo como un don, ya que la misión es una dimensión del espíritu. Es San Pablo el que dice ‘Ya no soy yo, sino Cristo que vive en mí’. Él estuvo preso, vivió todo tipo de privaciones en su peregrinación para llegar a Roma y luego pasó dos años bajo arresto domiciliario. No construyó edificios, pero continuó consumiéndose por el amor de Cristo”. 

Este lazo, agrega, “podría enseñarnos a volver a descubrir que la misión, antes de ser algo que se hace es una dimensión interior que uno vive; un darte a Dios en respuesta a un don gratuito que has recibido, que es el de la vocación misionera, y que subsiste aún cuando no puedes predicar ni hacer actividades. En estos momentos de crisis, uno palpa que la misión, ante todo, provoca un proceso de transfiguración en nosotros. Si no fuese así, solo sería un trabajo. Para subsistir, la misión no debe basarse en las grandes obras, sino en la interioridad, que no significa una huida del mundo, sino consumirse en responder a la llamada del Señor, más allá de lo que puedes hacer”. (A.C.F.)

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