Mezquitas demolidas, fieles controlados. Beijing refuerza la campaña de represión contra el islam

Para activistas y expertos, se está perpetrando una campaña “global” contra los uigures del Xinjiang. Se arrasa con los lugares de culto históricos, como la mezquita de Keriye Heytgah, en la zona de Hotan. Estudiosos turcos; China quiere “erradicar todo elemento que recuerde al islam”. Los gobiernos de las naciones mayoritariamente musulmanas critican de palabra, pero en los hechos privilegian el comercio.

Estambul (AsiaNews) - Cientos de miles de cámaras de seguridad provistos con un sistema de control facial, una aplicación móvil para monitorear la utilización de celulares, decenas de lugares de culto -entre ellos, mezquitas históricas- destruidas y más de un millón de fieles encerrados en centros de detención. En el último período, el gobierno de Beijing ha reforzado la represión contra los musulmanes de la región de Xinjiang, ubicada en el extremo oeste del país, donde alrededor del 41% de los habitantes profesa el islam.

Una campaña contra los uigures que los activistas y expertos en materia de libertad religiosa definen como “global”, y que las naciones con población mayoritariamente musulmana, en particular aquellas del mundo árabe medio-oriental, condenan de palabra pero, en los hechos, prefieren preservar el comercio con China. Por un lado, Beijing considera a la minoría musulmana como una amenaza para su seguridad y, por otro, alimenta la islamofobia para justificar sus controvertidas medidas políticas en la región.

En el contexto de la campaña de represión, las autoridades han demolido edificios históricos de la región. En los últimos dos años, ésta incluso ha castigado a las mezquitas, removiendo algunas de sus partes, como portones y cúpulas, o bien demoliendo el edificio entero. Una política de represión que se aplica tanto al islam como a otras religiones, sobre todo a la cristiana, con miras a “sinizar” el culto y a cuantos lo profesan.

Un grupo de eruditos turcos arremete contra el gobierno de Beijing, que estaría intentando “asimilar a millones de musulmanes en el Turkestán oriental [Xinjiang, ndr]” y que “acaba de destruir la mezquita de Keriye Heytgah, en la zona de Hotan, que había sido construida hace casi 800 años”. Los estudiosos agregan que China quiere “erradicar cualquier elemento que recuerde al islam y a la identidad turca”, y que sólo considerando el último tiempo, “se han destruido cerca de 50 santuarios” que han sido sustituidos por estatuas u otros elementos de diseño urbano”.

Las imágenes satelitales reunidas por los estudiosos confirman las devastaciones, que han tomado como blanco a mezquitas situadas en el condado de Kargilik, en el sudoeste del Xinjiang, dejándolas “completamente destruidas”. Y aún más, se ha arrasado con partes de la mezquita de Keriya Aitika. Se trata de un edificio histórico que data de 1237, construido en la misma época que la catedral de Notre-Dame de París.

Frente a estas devastaciones, las naciones musulmanas han reaccionado manifestando condenas formales, pero muy atentas a salvaguardar las relaciones y el comercio con el país del dragón. En diciembre, la Organización de Cooperación Islámica (OIC), considerada la “voz de los musulmanes” en el mundo, confirmó la existencia de “polémicos informes” llegados del sector occidental de China, en los cuales se refieren actos de represión y abusos.

Sin embargo, el mes pasado, la mismísima OIC publicó un reporte en el cual se “elogiaban los esfuerzos” llevados a cabo por la República Popular de China en lo que respecta a “brindar asistencia a sus ciudadanos [musulmanes incluidos]” y se esperaba que a futuro hubiese “una renovada colaboración” entre las dos realidades. Palabras que desataron polémicas y ataques en el seno del mundo islámico, llevando a muchos a interrogarse si la OIC está “al servicio del islam o de las políticas de China”.