13/11/2018, 13.55
VATICANO-CHINA
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La vergüenza ante Mons. Shao Zhumin, el obispo secuestrado por la policía

de Bernardo Cervellera

El silencio de numerosos comentaristas, dictado por el fracaso: se pensaba que después del acuerdo entre China y la Santa Sede, toda la situación se vería allanada. La persecución se despliega en muchas regiones del país y se lleva adelante con el aval del poder central. Los católicos subterráneos sospechan, con amargura, que el Vaticano los ha dejado abandonados. El complejo  “paparil”: en lugar de velar por la verdad, se miden las cosas en función de si son “a favor o en contra de Francisco”. El complejo “mercaderil”: comerciar con China bien vale todos los silencios. Sin embargo, como dice el Papa, la libertad religiosa es un “derecho humano fundamental y baluarte contra las pretensiones totalitarias”. 

 

Roma (AsiaNews) – Era de esperar. La noticia del enésimo arresto –el quinto en dos años- de Mons. Pedro  Shao Zhumin, el obispo de Wenzhou, ha pasado bajo un manto de silencio. Excepto algunos medios españoles e ingleses, y algún raro sitio italiano además de AsiaNews, pareciera que llevarse a la rastra a un obispo, renombrado en China por su rectitud y su coraje, y obligarlo a padecer decenas de días de adoctrinamiento como en los tiempos de la Revolución Cultural, no es noticia digna de una  nota, e incluso resulta algo fastidioso, frente a lo cual es mejor callar.

Me pregunto qué sucedería si un buen obispo italiano –pongamos como ejemplo al simpático Mons. Matteo Zuppi de Boloña- fuese raptado por un grupo de fundamentalistas islámicos para adoctrinarlo y hacerlo musulmán, pero de buena fe: sin tocarle ni un cabello, como está sucediendo en el caso de Mons. Shao. Imagino que todas las primeras planas llevarían grandes titulares. En el caso del obispo de Wenzhou, no se trata de fundamentalistas islámicos, sino de fundamentalistas “de la independencia”: ellos quieren convencer al obispo de que pase a pertenecer a la Asociación Patriótica, que pretende construir una Iglesia “independiente” de la Santa Sede, y que esto es un bien para él, para la Iglesia y para el mundo.

Desde el punto de vista dogmático, siempre sigue siendo verdad cuanto fue dicho por Benedicto XVI en su Carta a los católicos de China: que el estatuto de la AP es “inconciliable con la doctrina católica”. Y varias veces en el pasado, el Papa Francisco ha dicho que la Carta de Benedicto XVI “sigue siendo válida”.

Por otro lado, pertenecer a la AP implica innumerables límites para la vida de un obispo: controles durante las 24 horas, verificación y pedido de permisos para visitas pastorales y para reunirse con huéspedes; requisas a lo largo de semanas y meses para participar en convenios de adoctrinamiento sobre las bondades de la política religiosa de Beijing.  

 

La vergüenza de los medios

Yo creo que el silencio de los medios -especialmente de los medios católicos, surge, ante todo, de la vergüenza. Hace pocos meses, el 22 de septiembre, ellos exaltaron a voces el acuerdo entre China y la Santa Sede, para dar la impresión de que, de allí en adelante, todo iría allanándose. Admitir, en cambio, que para la Iglesia china aún sigue habiendo muchos problemas de persecución, representa una vergüenza que -es comprensible- cuesta confesar. Si además del arresto del obispo agregamos lo de la iglesias cerradas o prohibidas, la destrucción de las cruces, las cúpulas arrasadas, los santuarios demolidos, la prohibición a los menores de 18 años de ir a la iglesia o asistir a clases de catecismo, uno se da cuenta de que el acuerdo sobre el nombramiento de los obispos -tal como dijimos en el pasado- es bueno porque evita que surjan obispos cismáticos, pero deja intacta la situación de la AP y el Frente Unido, que se consideran como los verdaderos jefes de la Iglesia católica en China (y no el Papa). Esto se ve confirmado por las lecciones que los dos organismos están desarrollando en muchas regiones de China, en las que los curas y a los obispos reafirman que “a pesar del acuerdo sino-vaticano”, la Iglesia debe continuar siendo “independiente” (del Papa y de la Santa Sede).

Lamentablemente el acuerdo “provisorio”, no publicado y secreto, permite a China dar su propia interpretación de las cosas. El Frente Unido y la AP obligan a los sacerdotes y obispos a inscribirse en la Iglesia “independiente”, diciendo que “el Papa está de acuerdo con nosotros”, tanto que diversos católicos subterráneos sospechan, con amargura, que los han dejado abandonados en medio de la tempestad.

Algunos de los apodados “expertos” sobre China, minimizan los hechos sobre las persecuciones, diciendo que éstos suceden sólo en “algunos pocos lugares”. Pero, en realidad se registran persecuciones en muchas regiones: Hebei, Henan, Zhejiang, Shanxi, Guizhou, Mongolia interna, Xinjiang, Hubei, … Y seguramente habrá otros lugares de los que no han llegado a difundir noticias.

Otra “reducción” consiste en decir que estas cosas suceden en la periferia, pero que en el centro, en Beijing, lo que se quiere es que el acuerdo realmente funcione. Pero lo cierto es que desde octubre pasado, después del Congreso del Partido comunista, el Frente Unido y la AP están bajo el control directo del Partido: es prácticamente imposible que el centro (Xi Jinping, secretario general del Partido) no sepa lo que sucede en la periferia, con casos tan evidentes que conmueven a la comunidad internacional.

 

El complejo “papadoril"

Además de la vergüenza, creo que el silencio se ve alentado por otros 2 motivos.

El primero es una especie de “complejo paparil”; siendo que el Papa es un sostenedor del acuerdo con China y es un valiente defensor del diálogo con la cultura china, parece que sacar a la luz las persecuciones sea una ofensa al pontífice. Aparte del hecho de que el Papa Francisco siempre subrayó que él ama la honestidad y no la adulación: él siempre dijo que el diálogo se realiza entre dos identidades, no callando la propia y si la propia identidad está hecha de mártires, no se puede esconderla.

Es verdad que dentro de la Iglesia, de cualquier cosa se hable, se pregunta siempre si uno “¿está a favor o en contra de Francisco?”. Esto deriva del hecho de que en el presente, hay grupos de conservadores y progresistas en todo el mundo que se esfuerzan para abatir o elevar la persona de Francisco, a fin de salvaguardar la propia visión eclesial. Y hubo una vez, gracias a esta visión ideológica, que incluso AsiaNews cayó bajo la sospecha de estar “en contra del Papa Francisco”. Buscar la verdad y el bien de la Iglesia en China no me parece un complot contra el pontífice, al cual permanecemos leales como nuestro jefe de la Iglesia y signo visible de nuestra unidad. Pero aquél que se presenta como defensor del Papa y permanece tan silencioso ante la persecución de los cristianos en China, arriesga no amar ni a Francisco ni a la Iglesia, sino sólo a su proyecto ideológico para la Iglesia futura, mientras deja que la actual sea sofocada.

El complejo “mercadoril”
El segundo motivo podría referirse sobre todo a los medios, los denominados “laicos”, por un complejo “mercadoril”, de divinización del mercado chino. Se calla sobre las persecuciones y los arrestos porque es un “cosa demasiado pequeña”, si se la compara con la guerra de los aranceles entre China y los EEUU y con el futuro de superpotencia del Imperio del Medio. Los medios y las librerías están llenos de artículos y libros que alaban a Beijing, o la denigran, según de qué parte esté cada quien, si de parte de China o de los EEUU. Cualquiera sea el caso, de lo que no logran darse cuenta es de que la libertad religiosa en un país es signo de su “bondad”. Justamente el Papa Francisco, al reunirse el 5 de noviembre pasado con el  World Congress of Mountain Jews dijo que “la libertad es un bien sumo que hay que tutelar, un derecho humano fundamental, baluarte contra las pretensiones totalitarias”. Por eso, quien quiera defender la libertad de comercio en China, debiera defender, ante todo, la libertad religiosa. Esto es bien sabido por varios megaempresarios, que si bien quieren invertir en el extranjero, deben obedecer a las restricciones del gobierno central. Mons. Shao Zhumin no es, por lo tanto, “una cosa pequeña”, sino el signo de cómo China está evolucionando.

Vale la pena recordar una última cosa: Mons. Shao Zhumin es obispo de una Iglesia ya unificada, donde ya no existe más la división entre católicos oficiales y subterráneos, justamente aquello que esperaba el Papa Francisco en su mensaje dirigido a los católicos chinos y del mundo, publicado pocos días después del acuerdo. Sin embargo, la AP, además de secuestrar al obispo, en estos días ha prohibido a los sacerdotes “oficiales” ir a rendir homenaje a las tumbas de sacerdotes y obispos “subterráneos”. Y este es el signo de que la división en la Iglesia china no es algo que desean los católicos, ante todo. Esta política -que rige desde hace más de 60 años- no nos parece que esté a favor de la evangelización de China, sino, por el contrario -como fue expresado tantas veces en el pasado por la mismísima AP- es un paso que se encamina a la supresión de todos los cristianos.

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