14/07/2020, 13.26
INDONESIA
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La misión de la Iglesia indonesia para combatir el tráfico de menores

de Mathias Hariyadi

AsiaNews recogió el testimonio de Sor Laurentina, una religiosa de la Congregación de la Divina Providencia, en la Provincia de Nusa Tenggara Oriental. Dos jóvenes arrancadas de las garras del tráfico fueron asistidas durante siete meses. La negativa a seguir los estudios y el regreso a la aldea de origen. La caridad es más fuerte “que la desolación y que el disgusto”. 

Yakarta (AsiaNews) - La lucha contra el tráfico de vidas humanas, pero mucho más cuando el caso involucra a menores de edad, es una de las misiones primarias de la Iglesia Católica indonesia. Entre los que combaten en primera línea se cuenta Sor Laurentina, una religiosa de la Congregación de la Divina Providencia (Penyelenggaraan Ilahi, PI en lengua local). Ella dialoga con AsiaNews y cuenta cómo es el día a día en esta obra que muchas veces conlleva decepciones y fracasos.  

Como prueba, cita un caso reciente: el de dos jóvenes que fueron arrancadas de las garras de sus verdugos. Durante meses, las religiosas cuidaron de ellas y les aseguraron la posibilidad de estudiar. Sin embargo, poco después huyeron para regresar a su tierra. Aún así, subraya Sor Laurentina, “no tenemos ninguna intención de abandonar esta misión humanitaria”, que, además “es una tarea pastoral que se nos ha encomendado”. 

El contexto, marcado por los abusos y la explotación, cuenta la religiosa, está compuesto por dos factores: “El sistema y la familia”. El primero atañe al tráfico de trabajadores migrantes, menores de edad inclusive, que es muy difícil de erradicar en un contexto de pobreza difusa. El segundo es otro elemento crítico a afrontar, ya por la ignorancia generalizada, las víctimas y sus familias se convierten en presas fáciles de los “revendedores”. 

Una situación que la hermana conoce muy bien, ya que trabaja en Kupang, la ciudad cabecera de la provincia de Nusa Tenggara Oriental. Las dos menores encontraron refugio en el centro de las religiosas en octubre del 2019, por disposición de las autoridades locales,  tras ser rescatadas de las manos de traficantes sin escrúpulos, durante una inspección de rutina en el aeropuerto local. Cada tres meses, las Fuerzas del Orden descubren al menos un centenar de migrantes irregulares, mayores o menores de edad. “Cuando me informaron del caso - cuenta Sor Laurentina - corrí al aeropuerto y me hice cargo del cuidado de las dos jóvenes. 

Lo habitual es que las víctimas no quieran regresar a sus aldeas de origen, por temor a ser víctimas de represalias o venganzas de los “revendedores y traficantes”. Luego de vivir siete meses con las hermanas, las dos muchachas huyeron de forma repentina y sin dar explicaciones.“Cuando supe de su desaparición, quedé en estado de shock”, comenta la religiosa. Sobre todo, porque “había encontrado benefactores que les pagarían sus estudios”. 

Luego de algunas averiguaciones, la religiosa descubrió que las dos muchachas habían regresado a su aldea natal, Amfoang, - ubicada a más de 10 horas en auto - a través de una ruta prácticamente intransitable, que implica cruzar peligrosos puentes y vados durante la época de lluvias. “Hay por lo menos 50 ríos que debe atravesar si vas desde Kupang hasta Amfoaang”. Pero la religiosa no se dejó abatir y se puso en camino. Encontró una mini-van que permitiera- aunque no sin riesgos ni peligros - llegar a destino, luego de pasar la noche en una parroquia (Naikliu) en el camino.

Al llegar a la aldea, luego de una búsqueda extenuante y con a ayuda del alcalde, la religiosa logró encontrar la casa de una de las jóvenes. “Hablé con sus padres y les conté que su hija había sido llevada en secreto hasta Malasia para trabajar, a pesar de ser menor de edad y de carecer de los documentos”. Y aún cuando se les aseguró y prometió que podrían concluir los estudios y así tener una vida mejor, la joven y su amiga no quisieron regresar a Kupang. “Lamento su decisión - afirma Sor Laurentina -, las instamos a estudiar, pero no lo logramos y eso me apena”. “Hoy, nuestra misión no tuvo un resultado positivo - concluye la religiosa - pero no debemos dejarnos abatir por la desolación y el disgusto”, además las dos jóvenes “volvieron con sus padres” y huyeron de las redes de los explotadores.

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