15/04/2017, 10.26
VATICANO- ASIA
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La Pascua de los jóvenes

de Bernardo Cervellera

En el Evangelio de Marcos hay un joven que anuncia la Resurrección de Jesús. La crisis del mundo juvenil: “desconfianza, indignación hacia las instituciones”, también hacia la Iglesia. Se aprende a vivir sin Dios y sin la Iglesia. La importancia del próximo Sínodo y de la importancia de quien es “joven”, gracias a la misión.

Roma (AsiaNews)- Un cuerpo muerto, un cadáver endurecido, marcado por los sufrimientos y por la humillación, vuelve a vivir y se muestra esplendoroso, aunque con los signos de la pasión: es la noticia-improbable para la mente del hombre-que la Iglesia anuncia la noche de Pascua. Para hacer más creíble y razonable tal anuncio, los teólogos explican que la base de todos los Evangelios es la tumba vacía, un hecho concreto experimentable desde hace casi dos mil años en Jerusalén. El templete del Santo Sepulcro, apenas restaurado, grita su alegría, rodeada de íconos, lámparas y velas, construida sobre una piedra gastada: aquel sepulcro para los cristianos no es para rechazar sino que es la base de nuestra esperanza.

La tumba vacía de por sí no es suficiente para creer. Los Evangelistas hablan de un ángel” (Mateo), de dos hombres (Lucas), de dos ángeles (Juan), que explican que el Señor que buscan las mujeres, llorando “ya no está aquí” que escapó de la muerte. Entre todos, llama la atención que el Evangelista Marcos confía este anuncio a un joven: “Entrando en el sepulcro, vieron a un joven, sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca. Pero él les dice: “No tengáis miedo” Vosotros buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado. Resucitó, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían depositado” (Mc 16,5-6).

Se me vino a la mente este pasaje después de la decisión del Papa Francisco de elegir como tema del próximo Sínodo de octubre 2018 a los jóvenes y precisamente: “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”. En el documento preparatorio al Sínodo, se pone en luz los aspectos generales de una crisis que atraviesa el mundo juvenil (y no sólo): fluidez. Incertidumbres, rapidez de cambios, relativismo. De hecho en la sociedad contemporánea los jóvenes son vistos y valorizados sólo como sujetos de consumo. Por otro lado ellos son explotados, mal pagados o hasta tenidos lejos del mundo del trabajo de los adultos, celosos de sus privilegios.

Esto lleva al joven a nutrir “desconfianza, indiferencia o indignación hacia las instituciones”, también hacia la Iglesia, considerada siempre más un inútil despojo del pasado. “Los jóvenes-dice el documento-no se ponen en “contra”, sino que están aprendiendo a vivir “sin” el Dios presentado por el Evangelio y “sin” la Iglesia”.

Pero en el cuadro general de incertidumbres, los jóvenes sienten “la necesidad de figuras de referencia cercanas, creíbles, coherentes y honestas, además que de lugares y ocasiones en el cual poner a prueba la capacidad de relación con los otros (ya sean adultos como coetáneos) y enfrentar las dinámicas afectivas. Buscan figuras en grado de expresar sintonía y ofrecer apoyo, aliento y ayuda para reconocer los límites, sin hacer pesar el juicio”.

En el mensaje para la 32° Jornada mundial de la juventud, que este año se celebra en las diócesis, el Domingo de Ramos, el Papa Francisco reprende este tema y sugiere a los jóvenes que se encuentren con los adultos y también con los abuelos”: “¿Os dais cuenta de la extraordinaria riqueza que es el encuentro entre los jóvenes y los ancianos? ¿Cuánta importancia dais a los ancianos, a vuestros abuelos? Justamente vosotros aspiráis a “emprender el vuelo”, lleváis en el corazón tantos sueños, pero necesitáis la sabiduría y de la visión de los ancianos. Mientras abría las alas al viento es importante que descubráis vuestras raíces y recojáis el testimonio de las personas que os han precedido… Como María con Isabel, dirigid vuestras miradas hacia los ancianos, hacia vuestros abuelos. Os dirán cosas que apasionarán vuestras mentes y conmoverán vuestros corazones”.

Todos esto podría parecer en contradicción con lo que hemos dicho precedentemente, que el anuncio de la resurrección fue confiado a un joven. Pero existe una juventud que es del corazón, capaz de superar también la inmovilidad y la lentitud de la vejez: es la juventud dada por la fe y por el deseo de la misión, de comunicar a todos la alegría que Dios ha vencido a la muerte. Desde mi primer viaje a India, tengo todavía delante de mis ojos la imagen de una hermana, sor Ida, misionera de la Inmaculada (las “primas” del PIME), que tenía más de 80 años que bailaba con sus niños del jardín de infantes. Es la Resurrección de Cristo que no hace a todos, jóvenes y viejos, como jóvenes anunciadores. ¡Buena Pascua!

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