04/05/2017, 10.07
RUSIA
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La Ortodoxia rusa contra los Testigos de Jehová

de Vladimir Rozanskij

El Patriarcado de Moscú afirma que ha sido ajeno a la medida del gobierno, pero define a ésta como un “gesto positivo”. Dicha proscripción preocupa a los católicos, que temen que haya “nuevas formas de discriminación”. La “sinfonía” rusa entre el trono y el altar reproduce los esquemas de la época soviética. La visita a Rusia de los restos de San Nicolás, como augurio de unidad en la fe de la Iglesia indivisa

Moscú (AsiaNews) - La decisión de la Corte Suprema de la Federación rusa de prohibir la actividad de los Testigos de Jehová, tomada el 20 de abril pasado, está suscitando reacciones y comentarios en Rusia y en el mundo, haciendo emerger de nuevo la cuestión de la libertad religiosa en el país que ha pasado del “ateísmo militante” soviético al “renacimiento religioso” putiniano.

 

Las declaraciones de Hilarión

En particular, en los últimos días han causado gran alboroto algunas declaraciones a la agencia Tass efectuadas por el “Secretario de Estado” patriarcal, el metropolita Hilarión de Volokolamsk, presidente del Consejo para Asuntos Exteriores de la Iglesia Rusa. El 29 de abril él había difundido una declaración según la cual la decisión del tribunal supremo ruso, que definió a los Testigos de Jehová como una “asociación extremista”, fue tomada sin hacer ningún tipo de consulta previa a la Iglesia Ortodoxa. “Quisiera subrayar que la Iglesia no ha participado de esta decisión, en manera alguna”, declaró el metropolita. “La Iglesia no hace reclamos para que los herejes, los miembros de las sectas o los disidentes sean sometidos a procedimientos judiciales. Sin embargo, la decisión de prohibir a los Testigo de Jehová ha de ser considerado un acto positivo en la lucha contra la difusión de las ideas sectarias, que no tienen nada en común con el cristianismo”, según Hilarión. “No hay dudas con respecto al hecho de que los sectarios seguirán estando y continuarán con sus actividades, pero por lo menos dejarán de colocarse abiertamente al mismo plano de las demás confesiones cristianas, y esto es un bien”. El representante patriarcal concluyó afirmando que “la actividad de los testigos de Jehová viola las normas del código civil”.

El 2 de mayo, el metropolita intervino en un programa del canal “Rusia 24”, y echó leña al fuego: “Se trata de una secta totalitaria y peligrosa. Estoy profundamente convencido de ello, habiendo tenido en más de una oportunidad la posibilidad de hablar con miembros que se fueron de la secta. Los miembros de esta asociación son peligrosos, porque se acercan a las personas en las calles, y les ofrecen su literatura, presentándose como un grupo cristiano. En realidad, se basan en la manipulación de las conciencias. Ellos erosionan la psiquis de la gente y de las familias”. Además, siempre según Hilarión, “ellos deforman la enseñanza de Cristo e interpretan falsamente el Evangelio. Su doctrina contiene diversas mentiras: no creen en Jesucristo como Dios y Salvador, no reconocen la doctrina de la Santísima Trinidad, y, por lo tanto, no pueden ser llamados cristianos”.  

 

La verdadera fe y la falsa fe

En palabras del metropolita Hilarión, que reflejan puntualmente el pensamiento del mismo patriarca Kirill, son evidentes las preocupaciones de la jerarquía eclesiástica por la “competencia desleal” de los Testigos de Jehová, en base a una concepción rígida de la misma Ortodoxia, llamada a defender la “verdadera fe”. En efecto, él ha asociado al grupo sectario a los “heréticos” y a los “disidentes”, afirmando asimismo que la Iglesia no pretende su persecución, pero pidiendo que no sean colocados “en el mismo plano” que los verdaderos cristianos.

En sus palabras se refleja el espíritu de la ley sobre libertad religiosa del año 1997, que puso fin al “renacimiento religioso” espontáneo del post-comunismo e inició el verdadero “renacimiento ortodoxo” en Rusia. En el preámbulo de la ley se afirmaba la superioridad de la Ortodoxia sobre las demás “religiones tradicionales” del país, es decir, el cristianismo (¡distinto de la Ortodoxia!), el islam, el budismo y el judaísmo. A partir de entonces, las limitaciones a las confesiones no ortodoxas fueron aumentando de manera continua, junto a un espectacular reforzamiento de las estructuras del Patriarcado de Moscú, que, considerando el número de iglesias y monasterios, hoy ha alcanzado una difusión en el país jamás vista en toda su historia.  Ya en los años Noventa, de hecho, el entonces metropolita Kirill, que ocupaba el rol que hoy cubre Hilarión, insistía en toda ocasión sobre la necesidad de proscribir las “sectas destructivas”, y distinguir a la Ortodoxia, incluso de las demás confesiones cristianas “heréticas”, como el catolicismo y el protestantismo, culpables de un “proselitismo agresivo”. En lo que respecta a los “disidentes”, es singular que Hilarión, en su declaración, haya usado el término soviético inakomysljashye, los “que piensan distinto”, que en los años ’70 terminaban internados en manicomios psiquiátricos de Brežnev.

 

La intromisión de la Iglesia

De todos modos, el metropolita ha vuelto a asegurar una “no injerencia” de la Iglesia ortodoxa en las decisiones de la Corte Suprema, afirmando no haber sido siquiera consultada en referencia a ese tema. En realidad, el consultor y titular de la causa contra los Testigo de Jehová ante el Tribunal es Aleksandr Dvorkin, un personaje destacado de la misma Iglesia Ortodoxa, docente y especialista en historia de las sectas en muchas universidades, en primerísimo lugar y precisamente en el Instituto San Tikhon, principal centro de cultura del Patriarcado, autor de numerosas publicaciones y desde siempre muy cercano a Kirill y al mismo Hilarión.

Precisamente Dvorkin encabeza el Comité de expertos del Ministerio de Justicia ruso que se ocupa de las cuestiones religiosas, que recuerda de muy cerca el infame “Consejo de Asuntos religiosos” de la época soviética. El mismo Ministro de Justicia ruso, Aleksandr Konovalov, es un estudiante y discípulo de Dvorkin. En efecto, no es necesario que haya una intervención directa de las jerarquías eclesiásticas cuando los mismos políticos y personas designadas para vigilar las cuestiones religiosas son ellos mismos miembros eminentes de la Iglesia. Esto es lo que en la tradición ortodoxa ha dado en llamarse “sinfonía” entre Iglesia y Estado, cuando la Iglesia proclama la verdad de la fe, y el Estado la defiende con sus medios.   

 

Persecuciones y rehabilitaciones

El aspecto más desconcertante de este caso es que precisamente los Testigos de Jehová –perseguido en tiempos de Stalin- fueron rehabilitados y proclamados héroes de la resistencia al ateísmo de Estado después del fin del comunismo.  Una de las primeras leyes de la nueva Rusia, aprobada el 18 de octubre de 1991, fue aquella sobre la “Rehabilitación de las víctimas de las represiones políticas”, según la cual eran rehabilitados aquellos que durante el período soviético habían sido condenados según el artículo 227 del Código Penal de 1960, en el cual se acusaba “la actividad de grupos de ciudadanos que, so pretexto de desarrollar celebraciones religiosas, ponen en peligro la salud de los ciudadanos violando el orden público”. Casi todos los sacerdotes, incluso los ortodoxos, fueron condenados valiéndose de este artículo, y lo mismo pasó con los Testigos de Jehová. Estos últimos padecieron, a partir de los años ’50, diversas deportaciones en masa a las zonas más remotas de Siberia y del Lejano Oriente.  Muchos ancianos, miembros de la secta, todavía hoy siguen gozando de privilegios fiscales y civiles especiales, implementados con posterioridad a dicha rehabilitación. ¿Qué es lo que ha cambiado desde 1991? Es lo que se preguntan muchos observadores.  Ciertamente no los Testigos de Jehová, cuya actividad es bien conocida en todo el mundo y se desarrolla según metodologías absolutamente repetitivas, sin importar el régimen bajo el cual deban obrar.

 

La opinión de los católicos

En tanto, el secretario general de la Conferencia Episcopal Católica rusa, Mons. Igor Kovalevskij, el 2 de mayo difundió una declaración en una revista católica, según la cual “hoy, la situación en Rusia es compleja y difícil. Los católicos albergan serias preocupaciones que han de afrontarse, y que si bien no llegan a ser persecuciones, sí puede hablarse de nuevas formas de discriminación y limitación de nuestra libertad de profesar la fe”. Según Kovalevskij “la ley debe ser aplicada a todos con justicia… las leyes pueden ser severas, pero de todos modos siguen siendo inviolables. Pienso que el gobierno debe dar a todos un explicación clara de los motivos que han llevado a la eliminación de esta organización”.  

El prelado católico concluyó afirmando que “los Testigos de Jehová tienen el mismo derecho a defender su propia dignidad en la fe, igual que todos los demás ciudadanos. Aunque la defensa de los derechos del hombre no sea nuestra principal tarea, la Iglesia católica reivindica el derecho de cada uno a la libertad de conciencia”.

 

La bendición de San Nicolás

Mientras tanto, crece en Rusia la espera ante la llegada de los restos de San Nicolás de Bari, que serán recibidos en Moscú el 21 de mayo para permanecer allí hasta fines de julio, cuando serán expuestos para la devoción de los fieles en San Petersburgo hasta el 28 de julio. Se aguardan millones de peregrinos para visitar al santo protector de Rusia, siendo que es la primera vez que visita el país desde el año 1073, cuando los restos del obispo de Mira fueron trasladados a Bari. Según el protoierej Maksim Kozlov, uno de los exponentes más autorizados del Patriarcado de Moscú, este evento indica que “la Iglesia Ortodoxa Rusa y la Iglesia Católica Romana finalmente han hallado el rumbo justo en sus relaciones; es la dirección que se orienta a la búsqueda de los fundamentos comunes en la Iglesia antigua indivisa del primer milenio”.  

Se espera que la bendición de San Nicolás, uno de los santos más amados en todo el mundo, ayude a superar los temores de nuevas divisiones y persecuciones. 

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