04/07/2018, 16.52
VATICANO
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La Iglesia está asistiendo a ‘una verdadero reflorecimiento del Ordo virginum’

Hoy se publicó en el Vaticano un documento que busca responder al pedido de indicaciones para orientar la acción de los obispos diocesanos en lo que respecta a las mujeres que eligen consagrarse manteniéndose en el contexto de vida ordinario, sin la obligación de vestir el velo o de vivir en comunidad.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – La Iglesia está asistiendo a un “verdadero y propio reflorecimiento del Ordo virginum”, es decir, de aquella forma especial de consagración, que permite a las mujeres permanecer en su contexto de vida habitual, ordinario, sin la obligación llevar el velo o de vivir en comunidad. Y para responder a los pedidos -que llegan de todas partes- de indicaciones que puedan orientar la acción de los obispos diocesanos en la atención pastoral de dicha realidad, es que la Congregación para los Institutos de vida consagrada y las Sociedades de Vida apostólica hoy han publicado la Instrucción Ecclesiae Sponsae Imago.

El fenómeno de las mujeres que optan por este tipo de consagración, se lee en el documento, parece ser de “gran relevancia, no solamente por el número de mujeres involucradas, sino también por su difusión en todos los continentes, en muchísimos países y diócesis, en zonas geográficas y contextos culturales muy diversos”. Una riqueza que para el Card. Braz de Aviz, prefecto de la Congregación, podrá ser celebrada en Roma con un gran encuentro internacional, en el año 2020.

El documento recuerda que en el Nuevo Testamento se resalta que esta forma de vida evangélica apareció “de forma espontánea” en las distintas regiones donde se desarrollaban las comunidades eclesiales”. Con el pasar de los siglos “paulatinamente desapareció la forma de vida originaria del Ordo virginum, con su típico arraigo en la comunidad eclesial local bajo la guía del Obispo diocesano”.

El nuevo Ordo virginum, fue promulgado el 31 de mayo de 1970, por mandato especial del Papa Pablo VI. En el 2016, durante el Año de la vida consagrada, una estadística aproximada estimaba la presencia de más de 5.000 vírgenes consagradas en el mundo, cuya cifra está en continuo aumento.

El documento presentado hoy recuerda el fundamento bíblico y cristológico de la virginidad consagrada, resaltando la absoluta gratuidad y el perfil mariano de la misma. A través de la consagración virginal, la mujer es constituida “signo escatológico de la Iglesia, esposa de Cristo”.  

Según lo enunciado por el secretario de la Congregación, Mons. José Rodríguez Carballo, ellas, “siguiendo a Cristo, abrazan su estilo de vida casta, pobre y obediente, y se dedican a la oración, la penitencia, las obras de misericordia y al apostolado, cada una según su situación y carisma, acogiendo el Evangelio como regla fundamental para su vida” para “hacerse prójimo” de las mujeres y hombres de su tiempo, sobre todo de aquellos pobres y necesitados.

Refiriéndose luego a la configuración eclesial del Ordo virginum, Mons. Carballo subraya que “la Instrucción se concentra en la implicaciones concretas del arraigo diocesano. Se trata de un vínculo especial de amor y de pertenencia recíproca: la consagrada se reconoce hija de una Iglesia particular, comparte su historia de santidad, y con sus dones contribuye a la su edificación y participa en su misión. Desde esta perspectiva, además de la responsabilidad pastoral del obispo diocesano, debe resaltarse que la pertenencia al Ordo Virginum, aún cuando habitualmente sea vivida en condiciones de soledad, instaura profundos vínculos de comunión. Y puesto que el arraigo diocesano no consiste en una cerrazón a lo particular dentro de los confines de la diócesis, las consagradas se abren a los horizontes de la misión universal de la Iglesia y experimentan formas de comunión incluso en el ámbito que excede lo diocesano, tanto a nivel de agrupaciones de Iglesias particulares, con el apoyo de las respectivas Conferencias Episcopales, como a nivel de la Iglesia universal, haciendo referencia a la Santa Sede, y en particular, a nuestro Dicasterio”.  

Al obispo diocesano compete asimismo el discernimiento, la formación y el acompañamiento de las aspirantes y de las candidatas.

El hecho de “haber propuesto de nuevo esta forma de vida en la Iglesia –prosigue afirmando el secretario de la Congregación- puede parecer un anacronismo, pero es un acto de confianza en la acción del Espíritu Santo, que está conduciendo a muchas mujeres a abrazar e interpretar dicha vocación a la luz del camino realizado por la Iglesia a lo largo de los siglos, y según las exigencias del contexto histórico actual: se trata de un verdadero camino de santificación, fascinante y exigente”.

“Precedidas y sostenidas por la gracia de Dios, las mujeres que reciben esta consagración son llamadas a vivir en docilidad al Espíritu Santo, a experimentar el dinamismo transformante de la Palabra de Dios que hace de tantas mujeres diferentes una comunión de hermanas, y anunciar el Evangelio de salvación con la palabra y la vida, para llegar a ser imagen de la Iglesia Esposa que, viviendo únicamente para Cristo Esposo, lo hace presente en el mundo.

A María, icono perfecto de la Iglesia, las vírgenes consagradas vuelven sus ojos, como estrella que orienta su camino. A su maternal protección, la Iglesia las confía”.

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