21/08/2020, 13.07
CHINA-VATICANO
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Francisco Paolo Yang: Mi búsqueda de Dios y mi bautismo

de Francesco Paolo Yang

El joven chino de 27 años narra la historia de su conversión y su entrada a la Iglesia católica. Educado en el ateísmo, cuando era estudiante universitario decide buscar un sentido a su vida vacía. Fundamental la lectura del libro “Catolicismo” de Henry De Lubac y el testimonio de Juan Pablo II y Benedicto XVI frente a la modernidad.

 

Shanghái (AsiaNews) - Francisco Paolo Yang es un joven chino de 27 años que recibió el bautismo hace una semana, en la solemnidad de la Asunción de María, en una parroquia de la periferia de Shanghái. Francisco Paolo hace poco obtuvo la licenciatura magistral en filosofía en la prestigiosa universidad de Nanking. Después de haber pasado por varios test y exámenes, logró entrar a trabajar en una renombrada editorial de Shanghái.

Su lucha espiritual dura muchos años. Al final, la mano del Señor lo llevó a aquel “Sí” que su alma deseaba ardientemente, pero inconscientemente. Quizás, hasta antes de su nacimiento, justo como dice el profeta Jeremías: “antes de formarte en el seno materno, yo te conocí” (Jer. 1,5). A continuación su testimonio personal sobre la conversión (C X).

 

Nací en 1993 en una simple familia de Anhui y creció en un ambiente ateo. En los primeros años de universidad, era totalmente laicista y hedonista sin grandes aspiraciones y llevaba una vida absurda y disoluta. El 5 de septiembre, improvisadamente y sin ningún preaviso, como si hubiese estado fulminado, decidí que no quería vivir sin un objetivo específico. Ahora, mirando para atrás, sin ninguna duda entiendo que era la gracia de Dios que me aferró.

Así que comencé a estudiar filosofía por mi cuenta, tratando de descubrir qué es la sabiduría. Las primeras cosas con las cuales entré en contacto fue la filosofía moderna occidental, pero que se reveló hecha de especulaciones pobres, un racionalismo abstracto, que nada tiene con la vida real. No era aquello que deseaba mi corazón, entonces me dirigí hacia la así llamada “conocimiento de la vida”, o sea la filosofía china, en particular la filosofía confuciana. Dios a menudo nos conduce a recorrer un camino tortuoso para que podamos realmente sentir su Divina Providencia omnipotente.

Aquello que me apasionó más entre las filosofías confucianas y el estudio de Zhu Zi y es justo a través de él que conocí a santo Tomás de Aquino y gracias a este último la Verdad divina y santa de la Iglesia. Para más, el respeto que el catolicismo muestra hacia la tradición y los santos, su profundo compromiso crítico hacia la modernidad, el ejemplo de misericordia dado por los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, todo esto estaba en perfecta sintonía con mis experiencias y lo que había estudiado precedentemente y ejercitó una profunda satisfacción sobre mí. Hablando más en profundidad, debo decir que esta atracción permanece en todo caso en superficie, era una preparación a la gracia de la fe que Dios nos dona, a la llamada a la conversión a Él. 

Al inicio no lograba entender esto, pero trataba de fundir la tradición del catolicismo con la tradición china a través de mis esfuerzos. Tales intentos me provocaron sufrimientos y al final se revelaron vanos. No obstante los puntos en común entre las dos tradiciones, hay diferencias insuperables que, una vez aplicadas a la vida cotidiana, nos podrían poner en contradicción, generando confusión.

Solamente al final logré entender, qué me pide hacer el Señor, no es integrar o fundir estos dos sistemas, sino más bien, obedecer ( a Él); no obligarme según mi voluntad personal y efectuar una transformación total, pero aprendiendo a ser humilde, dejando que sea Dios que me conduzca en este bosque que es la vida.

No obstante esto, las dificultades espirituales tienen igualmente su lado positivo, probablemente esto es que el hombre moderno, nacido en otra tradición, debe enfrentar cuando se quiere avecinar a Dios, como si fuese un prueba.

En mi vida luego sucedieron algunos acontecimientos- aquellos que se refieren a la amistad-, pero también algunos que tienen que ver con la familia. A través de estos eventos, el Señor se reveló aún más a mí: es el conocimiento de este Dios que se anonadó por amor, que el hombre profundiza el propio conocimiento del prójimo, amándolo y el yo pobre. (“¿Quién te da este privilegio?”).

Dios se revela en los contactos y en las relaciones entre las personas, haciendo así que el hombre construya relaciones, en relaciones con ¨Él- Trinidad.

A esto, siguió nuevamente una larga espera: no me sentía pronto y estaba siempre indeciso y dejé de lado la cuestión. Sin embargo, el Señor de nuevo puso en movimiento mi vida a través de una persona concreta. Ante todo, conocí a un hermano con el cual iniciamos un grupo de lectura compartida, donde leímos juntos el libro “Catolicismo” de Henri De Lubac. Gracias a esta experiencia adquirí un conocimiento más profundo acerca de la comunión en Dios y después de unos eventos maravillosos, este año, finalmente recibí el bautismo en la solemnidad de la Asunción de María.

Después de una larga reflexión y haber discutido con mi padre espiritual y los amigos, decidí tener como nombre de bautismo el de Francisco Paolo.

Francisco es el nombre de la Orden franciscana, san Francisco de Asís. Nutro un sentimiento particular hacia la orden franciscana. Cuando leía la “Biografía de San Francisco”, escrita por G.K. Chesterton, su carisma me conmovió profundamente. Si bien fue santo Tomás de Aquino quien me hizo entrar en contacto con la verdad del catolicismo, mi teólogo preferido en cambio es san Buenaventura. Además, la pobreza espiritual de la orden franciscana es a su vez el carisma que persigo en mi vida cotidiana,: es necesario que el hombre se vacíe, para que el Espíritu Santo pueda entrar en nosotros. Por otro lado en cuanto hombre moderno, a través del Medioevo, quisiera llegar directamente a la época de los Apóstoles, viviendo en esta tradición viva. Por esto elegí Paolo como segundo nombre. Desde el punto de vista de mi temperamento, quizás en verdad estoy más cerca de Juan, pero los modos apasionados de Paolo desarrollan una función complementaria. De todos modos, ruego para que la pasión misionera de Paolo pueda encenderme, ayudándome a proclamar el Evangelio de Cristo en tierra china, según mis posibilidades. 

¡A perenne gloria del Señor!

 

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