18/06/2015, 00.00
VATICANO
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Encíclica: sirve una "conversión ecológica" para recuperar la dimensión ética del desarrollo (3)

" La espiritualidad cristiana propone un modo alternativo de entender la calidad de vida, y alienta un estilo de vida profético y contemplativo, capaz de gozar profundamente sin obsesionarse por el consumo". "ya no basta hablar sólo de la integridad de los ecosistemas. Hay que atreverse a hablar de la integridad de la vida humana, de la necesidad de alentar y conjugar todos los grandes valores. La desaparición de la humildad, en un ser humano desaforadamente entusiasmado con la posibilidad de dominarlo todo sin límite alguno, sólo puede terminar dañando a la sociedad y al ambiente".

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - Para resolver la crisis ambiental que está atravesando el planeta se necesita un enfoque holístico, una "conversión ecológica" que ponga en cuestión el modelo de desarrollo y contraste al mismo tiempo, junto con la contaminación y el calentamiento global, también la pobreza, ayudando a los países menos desarrollados para mejorar sus condiciones. Una conversión, dice la parte final de la encíclica, que requiere un "consenso global", un reequilibrio de la relación de poder entre la economía - ahora dominante - y político - también gracias a la participación activa de la sociedad civil - con el objetivo de cambio el modelo de desarrollo global. "Es simplemente redefinir el progreso. Un desarrollo tecnológico y económico que no deja un mundo mejor y una mejor calidad de vida en su totalidad, no se puede considerar progreso "(n. 194).

" Por otra parte, cualquier solución técnica que pretendan aportar las ciencias será impotente para resolver los graves problemas del mundo si la humanidad pierde su rumbo, si se olvidan las grandes motivaciones que hacen posible la convivencia, el sacrificio, la bondad"(n. 200). Al final lo que necesita para recuperar la dimensión ética del desarrollo, "la conciencia de un origen común, una mutua pertenencia y un futuro común para todos". Es un "desafío educativo" que debe involucrar a la escuela, la familia, los medios de comunicación, la catequesis, y otros.

La crisis ecológica, entonces, para Francisco, "es un llamado a una profunda conversión interiorLa espiritualidad cristiana propone un modo alternativo de entender la calidad de vida, y alienta un estilo de vida profético y contemplativo, capaz de gozar profundamente sin obsesionarse por el consumo. Es importante incorporar una vieja enseñanza, presente en diversas tradiciones religiosas, y también en la Biblia. Se trata de la convicción de que « menos es más ». La constante acumulación de posibilidades para consumir distrae el corazón e impide valorar cada cosa y cada momento"(n. 222). Por este motivo la Iglesia ha propuesto al mundo el ideal de una "civilización del amor". "El amor social es la clave para un verdadero desarrollo", es "una cultura de la atención".

El objetivo del "desarrollo sostenible" parte de la constatación de la crisis ecológica y la consideración de que " Sabemos que es insostenible el comportamiento de aquellos que consumen y destruyen más y más, mientras otros todavía no pueden vivir de acuerdo con su dignidad humana. Por eso ha llegado la hora de aceptar cierto decrecimiento en algunas partes del mundo aportando recursos para que se pueda crecer sanamente en otras partes"(n. 193). "Necesitamos una política que piense que con una visión amplia, y que para llevar adelante un nuevo enfoque integrado, combine en un diálogo interdisciplinario los diferentes aspectos de la crisis" (n. 197).

Necesidades a las que la encíclica a partir de la consideración que " Sabemos que es insostenible el comportamiento de aquellos que consumen y destruyen más y más, mientras otros todavía no pueden vivir de acuerdo con su dignidad humana. Por eso ha llegado la hora de aceptar cierto decrecimiento en algunas partes del mundo aportando recursos para que se pueda crecer sanamente en otras partes"(n. 164). Para cambiar sirve "un consenso mundial" que hasta ahora no se ha logrado. Por lo tanto, la sustitución necesaria de "tecnología basada en combustibles fósiles, altamente contaminantes", "la política y la industria son lentos para responder, lejos están de los desafíos del mundo", a pesar de la atención y el compromiso de la empresa civil. "Sin embargo, la cumbres mundiales sobre el medio ambiente en los últimos años no han cumplido con las expectativas" por "la falta de decisión política" (n. 166), aunque existen "experiencias positivas", como el Convenio de Basilea sobre residuos peligrosos y la unión Convención sobre el comercio internacional de especies de fauna y flora en peligro de extinción.

Y "la misma lógica que hace que sea difícil tomar medidas drásticas para revertir la tendencia del calentamiento global es uno que no permite alcanzar el objetivo de erradicar la pobreza" (n. 175). Es "el drama de una política centrada en los resultados inmediatos" contra el que "la sociedad, a través de organizaciones no gubernamentales y asociaciones de intermediarios", tiene que reaccionar, lo que obliga a los gobiernos a "elaborar normas, procedimientos y controles más estrictos" (n. 178) y transparentes, en contra de "la corrupción que esconde el verdadero impacto ambiental de un proyecto a cambio de favores" (n. 182). " Un estudio del impacto ambiental no debería ser posterior a la elaboración de un proyecto productivo o de cualquier política, plan o programa a desarrollarse. Tiene que insertarse desde el principio y elaborarse de modo interdisciplinario, transparente e independiente de toda presión económica o política."(n. 183).

"El medio ambiente es uno de los bienes que los mecanismos de mercado no son capaces de defender o promover de manera adecuada" y luego " La política no debe someterse a la economía y ésta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia. Hoy, pensando en el bien común, necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en diálogo, se coloquen decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana. La salvación de los bancos a toda costa, haciendo pagar el precio a la población, sin la firme decisión de revisar y reformar el entero sistema, reafirma un dominio absoluto de las finanzas que no tiene futuro y que sólo podrá generar nuevas crisis después de una larga, costosa y aparente curación"(n. 189). Y "Dado que el mercado tiende a crear un mecanismo consumista compulsivo para colocar sus productos, las personas terminan sumergidas en la vorágine de las compras y los gastos innecesarios. El consumismo obsesivo es el reflejo subjetivo del paradigma tecnoeconómico. Ocurre lo que ya señalaba Romano Guardini: el ser humano «acepta los objetos y las formas de vida, tal como le son impuestos por la planificación y por los productos fabricados en serie y, después de todo, actúa así con el sentimiento de que eso es lo racional y lo acertado». Tal paradigma hace creer a todos que son libres mientras tengan una supuesta libertad para consumir, cuando quienes en realidad poseen la libertad son los que integran la minoría que detenta el poder económico y financiero"(n. 203).

"Sin embargo, no todo está perdido, porque los seres humanos capaces de degradarse en extremo, también pueden superarse, volver a elegir el bien" (n. 205).

" La Carta de la Tierra nos invitaba a todos a dejar atrás una etapa de autodestrucción y a comenzar de nuevo, pero todavía no hemos desarrollado una conciencia universal que lo haga posible. Por eso me atrevo a proponer nuevamente aquel precioso desafío: «Como nunca antes en la historia, el destino común nos hace un llamado a buscar un nuevo comienzo […] Que el nuestro sea un tiempo que se recuerde por el despertar de una nueva reverencia ante la vida; por la firme resolución de alcanzar la sostenibilidad; por el aceleramiento en la lucha por la justicia y la paz y por la alegre celebración de la vida»" (n. 207).

La crisis ecológica, de hecho, "es una llamada a una conversión interior profunda", un "desafío educativo" para crear una "ciudadanía ecológica". "La riqueza de la espiritualidad cristiana generada por veinte siglos de experiencias personales y comunitarias, constituye una magnífica contribución que hacer al esfuerzo de renovar la humanidad. Deseo proponer a los cristianos pocas líneas de la espiritualidad ecológica derivada de las convicciones de nuestra fe, porque lo que el Evangelio enseña nosotros tiene consecuencias en nuestra forma de pensar, sentir y vivir" (n. 218). "Recordamos el modelo de San Francisco de Asís, para proponer una relación sana con la creación como una dimensión de la conversión de toda la persona". "Esta conversión implica varias actitudes que se combinan para permitir que una cura generoso y lleno de ternura. En primer lugar se trata de gratitud y gratuidad, es decir, un reconocimiento del mundo como un don recibido por el amor del Padre, que hace que, como resultado de las disposiciones sobre la renuncia gratuitas y gestos generosos aunque nadie los ve o los reconoce". "También implica la amorosa conciencia de no estar desconectados de las demás criaturas, de formar con los demás seres del universo una preciosa comunión universal. Para el creyente, el mundo no se contempla desde fuera sino desde dentro, reconociendo los lazos con los que el Padre nos ha unido a todos los seres. Además, haciendo crecer las capacidades peculiares que Dios le ha dado, la conversión ecológica lleva al creyente a desarrollar su creatividad y su entusiasmo, para resolver los dramas del mundo, ofreciéndose a Dios «como un sacrificio vivo, santo y agradable» (Rm 12,1). No entiende su superioridad como motivo de gloria personal o de dominio irresponsable, sino como una capacidad diferente, que a su vez le impone una grave responsabilidad que brota de su fe" (n. 220).

" La espiritualidad cristiana propone un modo alternativo de entender la calidad de vida, y alienta un estilo de vida profético y contemplativo, capaz de gozar profundamente sin obsesionarse por el consumo. Es importante incorporar una vieja enseñanza, presente en diversas tradiciones religiosas, y también en la Biblia. Se trata de la convicción de que « menos es más ». La constante acumulación de posibilidades para consumir distrae el corazón e impide valorar cada cosa y cada momento. En cambio, el hacerse presente serenamente ante cada realidad, por pequeña que sea, nos abre muchas más posibilidades de comprensión y de realización personal. La espiritualidad cristiana propone un crecimiento con sobriedad y una capacidad de gozar con poco. Es un retorno a la simplicidad que nos permite detenernos a valorar lo pequeño, agradecer las posibilidades que ofrece la vida sin apegarnos a lo que tenemos ni entristecernos por lo que no poseemos. Esto supone evitar la dinámica del dominio y de la mera acumulación de placeres"(n. 222).

" La sobriedad y la humildad no han gozado de una valoración positiva en el último siglo. Pero cuando se debilita de manera generalizada el ejercicio de alguna virtud en la vida personal y social, ello termina provocando múltiples desequilibrios, también ambientales. Por eso, ya no basta hablar sólo de la integridad de los ecosistemas. Hay que atreverse a hablar de la integridad de la vida humana, de la necesidad de alentar y conjugar todos los grandes valores. La desaparición de la humildad, en un ser humano desaforadamente entusiasmado con la posibilidad de dominarlo todo sin límite alguno, sólo puede terminar dañando a la sociedad y al ambiente. No es fácil desarrollar esta sana humildad y una feliz sobriedad si nos volvemos autónomos, si excluimos de nuestra vida a Dios y nuestro yo ocupa su lugar, si creemos que es nuestra propia subjetividad la que determina lo que está bien o lo que está mal"(n. 224).

"El cuidado de la naturaleza es parte de un estilo de vida que implica la capacidad de vivir juntos y de la comunión. Jesús nos recuerda que tenemos a Dios como nuestro Padre común y que esto nos hace hermanos" (n. 228). " Hace falta volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo, que vale la pena ser buenos y honestos. Ya hemos tenido mucho tiempo de degradación moral, burlándonos de la ética, de la bondad, de la fe, de la honestidad, y llegó la hora de advertir que esa alegre superficialidad nos ha servido de poco. Esa destrucción de todo fundamento de la vida social termina enfrentándonos unos con otros para preservar los propios intereses, provoca el surgimiento de nuevas formas de violencia y crueldad e impide el desarrollo de una verdadera cultura del cuidado del ambiente" (n. 229).

"El amor, lleno de pequeños gestos de cuidado mutuo, es también civil y político, y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor. El amor a la sociedad y el compromiso por el bien común son una forma excelente de la caridad, que no sólo afecta a las relaciones entre los individuos, sino a «las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas»". Por este motivo la Iglesia ha propuesto al mundo el ideal de una "civilización del amor". El amor social es la clave para un verdadero desarrollo" (n. 231).

La encíclica termina con dos oraciones, "uno que podamos compartir todos los que creen en Dios creador y padre, y otra a fin que nosotros los cristianos sepamos asumir compromisos hacia la creación que el Evangelio de Jesús nos ofrece".

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