05/01/2017, 12.43
MYANMAR
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El gobierno birmano “limpia” las pruebas de la violencia contra los musulmanes Rohingya

Es la acusación lanzada por activistas y Ong internacionales, que critican los resultados publicados por una comisión gubernamental. Al finalizar la investigación el panel “independiente” desmintió las violencias, agregando: “La presencia de mezquitas es una prueba del hecho que no hay en acto una persecución”. También la minoría musulmana de Myanmar llora a su pequeño Aylan.

Yangon (AsiaNews/Agencias)- Activistas y organizaciones pro derechos humanos acusan al gobierno birmano tratar de “limpiar” las huellas de la violencia realizada contra los Rohingya en el Estado Rakhine, en el oeste de Myanmar. Una toma de posición neta y durísima de las asociaciones humanitarias, mientras el gobierno de Naypyidaw ostenta los resultados de una comisión de investigación según la cual no hay pruebas de “genocidio” en la región donde la mayoría es musulmana.

Ayer, de hecho, una comisión gubernamental, creada a pedido de la premio Nobel de la paz y ministro de Exteriores, Aung San Suu Kyi, rechazó las acusaciones de abuso por parte de la fuerzas de seguridad. Mientras tanto, queda abierta una investigación contra un grupo de policías filmados- en un video artesanal- mientras les pegaban en un modo brutal a algunos habitantes de pueblos Rohingya.

En los últimos meses aumentaron en modo exponencial las violencias entre el Tatmadaw (ejército del gobierno) y que los soldados definen como “un grupo militante de musulmanes Rohingya” en el Estado Rakhine. Los Rohingya son una minoría musulmana- de poco más de un millón de personas-originaria de Bangladesh, a la cual Myanmar no reconoce la ciudadanía y cuyos miembros habitan en los campos prófugos esparcidos en varias partes del país.

Desde inicio de octubre, el balance habla de al menos 90 personas asesinadas y unos 34 mil evacuados. El Tatmadaw continúa pasando de pueblo en pueblo limpiando el territorio de elementos rebeldes. A nada valieron hasta hora los pedidos hechos por el Card. Charles Bo, arzobispo de Yangon y por otras personalidades locales e internacionales.

La población Rphingya habla de ejecuciones sumarias, arrestos arbitrarios, violaciones, casas dadas a las llamas en el contexto de una campaña rebautizada por el gobierno como “operación de limpieza”, dirigida a atacar a cuántos habrían realizado ataques contra los militares birmanos. Naypyidaw continúa desmintiendo decididamente las voces de abusos y de genocidio, pero continúa impidiendo el acceso a la zona a periodistas independientes y operadores humanitarios.

Aung San Suu Kyi, un tiempo ícono de los derechos humanos, está desde hace tiempo en el centro de polémicas y acusaciones internacionales; la “Señora”, de hecho, jamás habría asumido una posición en defensa de la minoría musulmana, avalando-si bien en forma tácita- las violencias cometidas por la mayoría budista y por el ejército contra los Rohingya. De aquí la decisión de la ministro de Exteriores (y Consejero de Estado) de formar un panel “independiente”, que rechazó las acusaciones de violencia. En la nota difundida al finalizar la investigación se afirma que la presencia de “poblaciones Bengalíes (término usado por el gobierno para identificar a los Rohingya, Ndr), la creciente presencia de Mawlawi (estudiosos islámicos), mezquitas y edificios religiosos son una prueba de hecho que no existe un acto de genocidio o una persecución religiosa”.

Diversa la posición de activistas y asociaciones pro derechos humanos, que continúan relanzando las acusaciones de violencia. Phil Robertson, vice director para Asia di Human Rights Watch (HRW), subraya que la comisión parece obrar más como “un mecanismo de limpieza del gobierno”, en vez como un organismo que trate de promover justicia. Mathew Smith, fundador del grupo Fortufy Rights, agrega que el ejército “cometió crímenes y atrocidades” que la comisión “está tratando de limpiar”.

Como confirmación del clima de violencia, la terrible imagen que está circulando en estas horas en los sitios web y periódicos, que muestra a un niño Rphingya de ni siquiera dos años tirado en el suelo y sin vida. Un foto que recuerda el drama del pequeño Aylan Kurdi, naufragado en setiembre de 2015 en las costas kurdas mientras trataba-con su familia- llegar a Europa. Hoy también los Rohingya en Myanmar lloran a su pequeño Aylan: se trata de Moahmmed Shohayet, de 16 meses, que escapaba del Estado Rakhine para llegar a Bangladesh con su madre, su tío y su hermano. Él habría muerto ahogado, cuando la barca con la cual atravesaba el río Naf se hundió debido a los disparos de balas de parte del ejército gubernamental.

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