10/06/2021, 15.22
VATICANO
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El Papa rechaza la renuncia del cardenal Marx

En una carta, Francisco afirma que comparte el juicio del cardenal sobre las culpas por la actitud de la Iglesia ante los abusos, pero hoy "se nos pide una reforma, que -en este caso- no consiste en palabras sino en actitudes que tengan el valor de afrontar la crisis, de asumir la realidad, sean cuales sean las consecuencias”.

 

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - El Papa Francisco ha rechazado la renuncia presentada por el cardenal Reinhard Marx y en una carta que se hizo pública hoy le pide que siga siendo arzobispo de Múnich y Freising.

El cardenal Marx - que forma parte del Consejo de cardenales instituido por Francisco para que lo ayude en el gobierno de la Iglesia universal y es coordinador del Consejo de economía - explicó en una carta del 21 de mayo que su renuncia estaba motivada por la actitud de la Iglesia ante el escándalo de los abusos en Alemania. Francisco le responde que "toda la Iglesia está en crisis por los abusos". “La Iglesia - añade - hoy no puede seguir avanzando sin asumir esta crisis" porque "la política del avestruz no lleva a ninguna parte, y la crisis debe ser asumida desde nuestra fe pascual. Los sociologismos y psicologismos resultan inútiles".

“Asumir la crisis, personal y comunitariamente - dice Francisco - es el único camino fecundo, porque de una crisis no se sale solo sino en comunidad”. En la carta, publicada en español y alemán, el Papa escribe: Estoy de acuerdo contigo en calificar de catástrofe la triste historia de los abusos sexuales y la manera de afrontarlo que tuvo la Iglesia hasta hace poco tiempo. Caer en la cuenta de esta hipocresía en el modo de vivir la fe es una gracia, es un primer paso que debemos dar. Tenemos que hacernos cargo de la historia, tanto personal como comunitariamente. No podemos permanecer indiferentes delante de este crimen. Asumirlo supone ponerse en crisis.”.

Es cierto, añade Francisco, "que las situaciones históricas han de ser interpretadas con la hermenéutica de la época en que ocurrieron, pero esto no nos exime de hacernos cargo y asumirlas como historia del “pecado que nos asedia”. Por tanto, a mi juicio, cada Obispo de la Iglesia debe asumirlo y preguntarse ¿qué debo hacer ante de esta catástrofe?”.

El Papa recuerda el "mea culpa" que ya ha repetido muchas veces "ante tantos errores históricos del pasado". Hoy, explica, “se nos pide una reforma, que -en este caso- no consiste en palabras sino en actitudes que tengan el coraje de afrontar la crisis, de asumir la realidad sean cuales sean las consecuencias. Y toda reforma comienza por uno mismo. Las reformas en la Iglesia las hicieron hombres y mujeres que no tuvieron miedo de entrar en crisis y dejarse reformar a sí mismos por el Señor.

Este "es el único camino, de lo contrario no seremos más que 'ideólogos de la reforma' que no ponen en juego su propia carne", como lo hizo Jesús, "El Señor no aceptó nunca ‘hacer la reforma' (permítaseme la expresión ) ni con el proyecto fariseo o el saduceo o el zelote o el esenio, sino que la hizo con su vida, con su historia, con su carne en la cruz”. Y este “es el camino, el camino que tú mismo, querido hermano, has asumido al presentar tu renuncia”, porque “sepultar el pasado no nos conduce a nada. Los silencios, las omisiones, el dar demasiado peso al prestigio de las instituciones sólo conducen al fracaso personal e histórico y nos llevan a vivir con el peso de 'tener esqueletos en el armario', como se suele decir.

Es urgente -continúa la carta - “ventilar” esta realidad de los abusos y de cómo ha procedido la Iglesia, y dejar que el Espíritu nos conduzca al desierto de la desolación, a la cruz y a la resurrección. Es el camino del Espíritu el que debemos seguir, y el punto de partida es la confesión humilde: nos hemos equivocado, hemos pecado. No nos salvarán las encuestas ni el poder de las instituciones. No nos salvará el prestigio de nuestra Iglesia, que tiende a disimular sus pecados; no nos salvará ni el poder del dinero ni la opinión de los medios (muchas veces somos demasiado dependientes de ellos). Nos salvará abrir la puerta al Único que puede hacerlo y confesar nuestra desnudez: “he pecado”, “hemos pecado”… y llorar, y balbucear como podamos aquel “apártate de mi que soy un pecador”, la herencia que el primer Papa dejó a los papas y a los obispos de la Iglesia. Y al hacerlo sentiremos esa vergüenza sanadora que abre las puertas a la compasión y ternura del Señor que siempre está cerca de nosotros”.

“Me gusta – conclude Francesco- cómo  terminas la carta: ‘Seguiré siendo con gusto sacerdote y obispo de esta Iglesia y seguiré comprometiéndome a nivel pastoral’”. “Y esta es mi respuesta, querido hermano. Continúa como propones, pero como arzobispo de Munich y Freising”. Y “si sientes la tentación de pensar que, al confirmar tu misión y no aceptar tu dimisión, este Obispo de Roma (hermano tuyo que te quiere) no te comprende, piensa en lo que sintió Pedro delante del Señor cuando, a su manera, le presentó la renuncia: “apártate de mi que soy un pecador”, y escuchó que le respondía: “apacienta mis corderos”.

 

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