22/02/2019, 10.08
RUSIA - UCRANIA
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Efecto auto-cefalia: casi 300 parroquias ucranianas se pasan de Moscú a Kiev

de Vladimir Rozanskij

Pese a lo que se temía, el pasaje se está dando de un modo no violento. La decisión del éxodo es tomada por la asamblea parroquial. Pero el Estado intenta influenciar esta decisión. La cuestión de los monasterios y de los lugares de culto, un punto de referencia tanto para ortodoxos como católicos. Hasta el momento, de 10 diócesis, sólo dos se han pasado a la jurisdicción de Kiev: Vinnitsa y Odesa.

Moscú (AsiaNews) – Habiendo pasado un mes desde la entrega del Tomos de auto-cefalia, se calcula que cerca de 300 parroquias se han pasado a la nueva Iglesia auto-céfala ucraniana, quedando bajo su jurisdicción. A primera vista, se trata de un porcentaje bastante reducido: representa el 2,5% de todas las infraestructuras del Patriarcado de Moscú en Ucrania, si en el total se incluyen los monasterios, las diócesis y las administraciones sinodales. Sin embargo,  considerando los tiempos prolongados que caracterizan a estas estructuras eclesiásticas, se trata de un porcentaje más que elevado: en tan solo un mes, el pasaje ha sido cuatro veces superior al de los cinco años anteriores, es decir, a partir de la “revolución anti-rusa” de la Maidán, la Plaza de la Independencia, en la cual ya se palpaban los pedidos a favor de un cambio.

Si bien se había difundido el temor de que se produjeran excesos y hechos de violencia, lo cierto es que hasta ahora, el proceso parece estar dándose de un modo bastante pacífico. La legislación ucraniana prevé que la decisión sobre el estatus de la comunidad debe ser tomada por cada asamblea parroquial en singular: se trata de la reunión de los miembros efectivos de la iglesia local, y no de una reunión genérica de los habitantes de un pueblo o de un vecindario.

En todos estos años, el gobierno ucraniano también ha sido criticado por pretender unificar las leyes que regulan la vida interna de las comunidades religiosas, sin distinguir las distintas confesiones y pertenencias. Incluso la Comunidad Europea –de la cual la nueva Ucrania aspira ser miembro- ha planteado críticas a este respecto, y muchas comunidades locales han anunciado su intención de presentar una petición ante el Tribunal Europeo en el futuro próximo, para protestar contra estas normas.

Entre los protestantes, la asamblea de la comunidad se reúne luego de una rígida clasificación de miembros, mientas que en los estatutos de las parroquias ortodoxas, los criterios de pertenencia parecen ser más elásticos. Se cuentan aquellos parroquianos con 18 años cumplidos, que profesan ser cristianos ortodoxos, y que jamás hayan sido condenados por delitos civiles o eclesiásticos. En algunos casos se añade como requisito la frecuencia regular en la participación en las celebraciones litúrgicas, o una declaración de aprobación por parte del párroco. Dichas fórmulas, que varían según el caso, a menudo permiten incorporar a la asamblea algunos miembros, por así decir, “turistas”, que son externos a la comunidad real, pero que, dependiendo de las circunstancias, votan a favor o en contra del pasaje de la comunidad a otra jurisdicción. En muchos estatutos, hay una norma que establece que la asamblea es válida en tanto y en cuanto participen en ella la mayoría (50%+1) de los miembros de la comunidad, y el pasaje de jurisdicción requiere de dos tercios de los votos; en base a estos porcentajes, se calcula a cuánto asciende el número de “turistas” necesarios.  

El funcionamiento de la estructura eclesiástica, tanto en el caso de los auto-céfalos como de los rusos, no se limita a la administración parroquial: la ley “sobre la libertad de consciencia y las asociaciones religiosas” también prevé la existencia de otras estructuras como monasterios, circunscripciones sinodales, misiones y diócesis. Estas también pueden optar por pasarse de una jurisdicción a otra –eligiendo entre las distintas obediencias ortodoxas, que antes del Tomos eran cuando menos cuatro, pero que hoy se han reducido básicamente a dos, si bien hay varias organizaciones pequeñas disidentes, sobre todo a nivel local.  

Las estructuras más delicadas y significativas son los monasterios, que reúnen un gran número de fieles y peregrinos, empezando por las dos Lavras (conjunto de monasterios), más conocidas como el Monasterio de las Grutas de Kiev y de Pochaevsk. A ellos se dirigen masas de devotos de las dos jurisdicciones en contienda, e incluso de greco-católicos, que dejan ofrendas considerables para los ritos y por los recuerdos.  Tanto el patriarca emérito Filaret (Denisenko) como el nuevo metropolitano de Kiev, Epifanio (Dumenko), han declarado en más de una oportunidad que aguardan que se resuelva el pasaje de las Lavras y de los monasterios de la Iglesia auto-céfala, para lo cual sería necesaria la asamblea de los monjes o el permiso de las autoridades superiores. También está la posibilidad de una intervención estatal, ya que la propiedad de los terrenos sigue siendo del Estado ucraniano: este podría disolver los contratos de alquiler y  usufructo y requisar los monasterios, para asignarlos a otra jurisdicción.  

Sin embargo, los objetivos más apetecibles son las diócesis, cuyas administraciones gozan de amplias exenciones fiscales. En este caso, el pasaje es decidido por el obispo, con el permiso del metropolita y la reunión de clero diocesano, pero aquí la normativa es bastante imprecisa. Hasta ahora, de las 10 diócesis que habían anunciado su intención de pasarse a Kiev, sólo dos lo hicieron: la de Vinnitsa, con el metropolita Simeón, y la de Odesa. Y, a título personal, el metropolita Alejandro (Drabinko) que antes era vicario del metropolita Onofrio (que encabeza la jurisdicción rusa). En la diócesis metropolitana de Vinnitsa se está librando un conflicto legal, ya que Onofrio ha nombrado un sustituto de Simeón, a quien define como un “traidor”.

Las presiones y las manipulaciones recíprocas entre ortodoxos rusos y ucranianos se suceden de distintas formas, pero lo cierto es que hasta ahora no ha habido casos evidentes de violencia recíproca, como se temía. En muchas parroquias, los fieles aguardan ver los resultados de las asambleas de vecinos antes de decidirse a organizar su propio pasaje, y los sacerdotes también se valen de varias tácticas para orientar a sus feligreses.  La nueva Iglesia ucraniana deberá tratar de evitar las tentaciones monopolísticas, sostenidas por las administraciones locales, dejando realmente en manos del pueblo la decisión sobre una cuestión tan importante para el futuro del país y de toda la Iglesia ortodoxa. 

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