25/08/2020, 12.16
SIRIA-TURQUÍA
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‘Crimen de guerra’: los turcos condenan a la región de Hassakeh a sufrir de sed

de Pierre Balanian

Los soldados turcos cortan el suministro de agua desde la central de Alluk, actualmente en su poder. La sed es utilizada como arma de presión, en un período en que las temperaturas llegan a 40°. Preocupantes efectos sobre las cosechas y los animales. Llamamientos a la comunidad internacional y a papa Francisco.  

 

Hassakeh  (AsiaNews) - Un “crimen de guerra”: así define la población de Hassakeh el gesto de Turquía contra ellos, que viven en el noreste de Siria. Desde que los soldados de Ankara ocuparon Ras Al Ein, en un intento por poner freno a la autonomía de la región kurda en Siria, la región de Hassakeh no tiene acceso al agua. De esta forma, condenan a cientos de miles de civiles a sufrir de sed.

Durante dos meses, Turquía redujo el flujo de agua desde la central hídrica de Alluk y hace 24 días cortó el suministro totalmente. Hace 11 días que ya no llega agua al centro de Hassakeh; en los vecindarios del norte y en las áreas rurales que la circundan, el suministro fue cortado mucho antes.  

En un período de altas temperaturas – que llegan a 40 grados - y con la rápida difusión del Covid-19, este arma de presión, usada por Ankara contra los rusos y el gobierno sirio, convierte a los civiles en rehenes en su poder. 

“Son los métodos turcos”, dice Firas El Zahi. “Recuerden lo que hicieron con los armenios en las marchas de la muerte, y las deportaciones durante el genocidio: los hacían morir de hambre y de sed. Sus métodos no han cambiado. Son los mismos turcos, pero ahora las víctimas somos nosotros”. 

“Me doy una ducha con agua dura, una vez a la semana  – se queja Firas - hace un calor tremendo y se necesita tomar al menos dos duchas durante el día;  además, con el coronavirus, dicen que hay que lavarse las manos con frecuencia… Pero si no hay agua, ¿con qué nos lavamos? ¿Con arena?”.

Desde que Turquía, a modo de castigo, procedió a cerrar la bomba de agua para el suministro hídrico, los depósitos de agua se vaciaron por completo. Los grifos de las casas no pueden utilizarse; no hay agua para beber, ni para cocinar o lavarse. La gente pudiente consigue agua fuera de la ciudad, pero la compran a precios exorbitantes, algo imposible para la mayoría de los habitantes pobres. Aún así, los comerciantes del agua potable no pueden disponer de cisternas para todos.

Según la dirección general de aguas de Hassakeh, desde que Turquía y las milicias filo-turcas ocuparon la Central de agua de Alluk - el 9 de octubre de 2019 - , esta es la décimo tercera vez que cortan el agua. “Es un crimen de guerra”, dice Mahmoud Alakleh, el director de la sociedad de aguas de Hassakeh, “al principio, redujeron el suministro, de 100.000 metros cúbicos a 20.000; ahora nos quieren hacer morir de sed”. 

Los coloquios entre rusos y turcos continúan, pero hasta ahora no se ha llegado a ninguna solución. Tratando de resistir el chantaje turco, la Administración autónoma kurda puso en funcionamiento 25 pozos artesianos de la central de Al Hemmeh y logró brindar cantidades mínimas de agua, que de todos modos resultan insuficientes (el volumen cubre apenas el 10% de las necesidades de la provincia). En realidad no existen alternativas a la Central de Alluk, controlada por los turcos.  

Como el tema se oculta con la censura mediática mundial, los habitantes de Hassakeh recurren a las redes sociales y hacen desesperados llamamientos a la comunidad internacional, pidiendo que se castigue a Turquía por este crimen, y que se ejerza presión para que el agua llegue a la población civil.

“Nos negamos a ser rehenes de las ambiciones expansionistas del sultán turco”, se lee en un comentario publicado en la página “Hassakeh estrangulada de sed”. Todos hablan de la sed, y de los efectos sobre las personas y sobre la producción agrícola. Pronto faltará el agua para la fruta y las hortalizas, además de la sed, que pone en peligro la vida de los animales (vacas, ovejas y gallinas). 

Uno de los administradores del sitio dice: “Nuestro objetivo es hacer que llegue nuestra voz a las organizaciones internacionales, a la ONU, para presionar a Turquía e impedir que utilice el agua como un arma de extorsión, usándonos como escudos”. 

Turquía recurre a la “extorsión”, para lograr que rusos y sirios reduzcan la presión sobre los puntos que controlan en el norte de Alepo, en Hamah y en Idlib.  

Hrant Abdallah, un cristiano de Al Hassakeh contactado por AsiaNews, dice: “Toda la ciudad está sin agua potable, desde hace días. Hay niños, ancianos, personas enfermas, está el Covid, hace calor y todos estamos sufriendo. La higiene personal se ha convertido en un lujo; beber agua potable, también. Antes, una botellita de agua se conseguía a 50 libras; ahora cuesta 150. Todo esto es intolerable. No entiendo por qué el mundo nos ignora: estamos muriendo con cada día que pasa, ¿acaso no somos seres humanos nosotros? ¿Por qué nos han olvidado? Pido al pontífice que ruegue por nosotros y que intervenga, para poner fin a nuestro sufrimiento”.

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