11/05/2017, 13.58
LIBANO - VATICANO - ISLAM
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Contra la islamofobia, la invitación al diálogo del Papa Francisco, con la mirada en el Concilio Vaticano II

de Fady Noun

En la web, se multiplican los videos que atacan la fe musulmana y describen la religión islámica sólo por las masacres y las conversiones forzadas. La visita del pontífice a Egipto demuestra cómo enfrentar los prejuicios. Compete a los líderes islámicos y a sus instituciones (como al-Azhar) la tarea de alentar las reformas. A los cristianos se les pide acompañarlos en este camino largo y dificultoso.

Beirut (AsiaNews)- Está convirtiéndose en un verdadero y auténtico fenómeno social. A diario nos vemos bombardeados con videos islamófobos, todos lo cuales tratan de decirnos una sola cosa: la historia del islam es un tejido de masacres y de conversiones forzadas. Daesh (acrónimo árabe para el Estado islámico, EI) es “el verdadero rostro del islam”. Sin embargo, no es esto lo que nos enseña la Iglesia católica. En su Declaración “Nostra Aetate”, un texto hijo de la dura batalla que fue el Concilio Vaticano II afirma: “En nuestra época, en la que el género humano se une cada vez más estrechamente y aumentan los vínculos entre los diversos pueblos, la Iglesia considera con mayor atención en qué consiste su relación con respecto a las religiones no cristianas". 

Sobre las varias religiones, el documento afirma luego: “La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero”. Testimoniando la fe y la vida cristiana, el texto alienta a los cristianos a conservar y hacer progresar “los valores espirituales, morales y socio-culturales que en ellas existen”. Sobre la cuestión musulmana, en particular, el documento precisa. “La Iglesia mira también con aprecio a los musulmanes que adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y todo poderoso, Creador del cielo y de la tierra, que habló a los hombres  […] Si en el transcurso de los siglos surgieron no pocas desavenencias y enemistades entre cristianos y musulmanes, el Sagrado Concilio exhorta a todos a que, olvidando lo pasado, procuren y promuevan unidos la justicia social, los bienes morales, la paz y la libertad para todos los hombres”.

Por lo tanto, es necesario hacer una elección entre videos y artículos que proponen una mano dura por un lado,  y las enseñanzas de la Iglesia por el otro. Hoy no podemos juzgar al islam con argumentos que la evolución de la cultura y las enseñanzas de la Iglesia, en particular aquellos del Concilio Vaticano II, han convertido en anacrónicos. Las referencias a la fe deben necesariamente orientarse hacia esta enseñanza, que nos habla también de “la estima con la cual la Iglesia mira a los musulmanes”. Y es, por otra parte, la experiencia concreta, la cual nosotros tomamos a menudo como referencia. Cierto, la doctrina de la Iglesia católica puede todavía evolucionar, pero está permitido dudar de que la misma habrá de evolucionar orintándose a una desconfianza. “Surgieron no pocas desavenencias y enemistades entre cristianos y musulmanes” a lo largo de la historia, dice el Vaticano II, pero se nos pide dar vuelta la página. Los tiempos que estamos viviendo, por otro lado, están caracterizados por una globalización sin precedentes e inédita, que convulsiona todo el curso de las relaciones internacionales.

 En estos tiempos caracterizados por problemas, en los cuales grupos fanáticos nos hacen ver aquello que no es el verdadero rostro del islam, sino un gesto de sarcasmo, la visita al Cairo del papa Francisco demuestra al mundo y en particular a los cristianos del Líbano, más preocupados que cualquier otro- en razón del legado de la vida en común que ellos deben preservar- cómo hacer frente a la marea de prejuicios del cual el islam es objeto.

El contacto entre el islam  y una modernidad entendida como la santa constitución de la fe y de la razón en esferas autónomas (y no independientes), ya no puede ser aplazado. Para centenares de millones de musulmanes se trata de iniciar un cambio cultural radical, e instituciones como al-Azhar, que el Papa eligió alentar en su trabajo de reforma, son las primeras que deben tomar conciencia de este cambio. A nosotros compete acompañarlos en la medida de lo posible, sabiendo que será un proceso largo y lleno de dificultades. No importando cuáles sean los precedentes históricos del islam, prescindiendo de sus excesos del pasado y de los del presente, ceder a los prejuicios y a los discursos que fomentan odio no puede, hoy, provocar otra cosa que destruir los vínculos sociales y reforzar los potenciales estados de violencia latentes. Estos videos minan nuestro coexistencia. Para nosotros los libaneses, son el signo evidente de que se trata de elementos anti-cristianos (y quizás premeditados). Porque estos que tenemos frente a nosotros, son seres humanos de carne y hueso. Lo que tenemos ante nosotros es nuestra misma naturaleza humana. Ciertamente, es necesario estar lúcidos, discernir, valerse de la prudencia, pero no podemos quedarnos suspendidos en el pasado haciendo peligrar las posibilidades del presente. Y para citar una de las frases más fuertes del papa, pronunciada justamente en ocasión del encuentro en la universidad de al-Azhar: “La única alternativa a la civilización del encuentro es la incivilización del enfrentamiento, no hay otra”.

Es mucho mejor acoger que excluir.

 

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