“Susurrar el Evangelio al corazón de Asia”: un modelo de misión para Mongolia (Fotos)
El Pbro. Giorgio Marengo es un misionero de la Consolata y vive en el país desde el 2003. Su estilo de evangelización se adapta más a la complejidad del contexto asiático. “Volver a poner en el centro a la persona, las relaciones humanas, generando empatía y una familiaridad”. De este modo, el testimonio cristiano no quedará en la superficie. Un centro para el diálogo inter-religioso en Karakorum, la antigua capital imperial.
Roma (AsiaNews) – En un país como Mongolia, “donde la mayoría de la población es budista y chamánica, y existe una fuerte superposición entre el elemento religioso y la pertenencia cultural, el único modo de evangelizar es llegar al corazón de las personas, susurrando el cristianismo”. Quien los sostiene es el Pbro. Giorgio Marengo, misionero de la Consolata, que vive en las estepas de Asia desde el año 2003. Al hablar con AsiaNews cuenta cómo ha sido su experiencia teniendo un estrecho contacto con la población y cuál ha sido el mejor abordaje para llegar a comprender e interactuar con los “infinitos matices que caracterizan el corazón mongol”. “El estilo que debe seguirse –afirma- es el de la discreción. Para proclamar el Evangelio no se necesita gritar. La verdad tiene en sí misma algo evidente y no hay necesidad de afirmarse de un modo agresivo”.
La reflexión del padre Marengo parte de una expresión de Mons. Thomas Menamparampil, arzobispo emérito de Guwahati y figura clave del proceso de pacificación en la India, para el cual el mejor método de evangelización en Asia es “susurrar el Evangelio al alma de Asia”. El misionero italiano considera que. en Mongolia, la manera de acercarse a la cual el verbo “susurrar” alude, es la que mejor se adapta a la variedad del contexto en el cual se opera: “Susurrar al corazón presupone el hecho de compartir en profundidad, un camino de empatía con la persona que se tiene delante, un proceso de inculturación a través del cual se trata de apreciar la riqueza cultural del lugar”.
Para el padre Marengo, el “método del susurro presupone volver a prestar atención a las relaciones humanas, a una humanización de los vínculos. Se expresa a través de la familiaridad, la calma, el símbolo, la alusión, una imagen e incluso a través del silencio”. De este modo, continúa, “se crea un clima de empatía y confianza, condiciones fundamentales si se quiere transmitir la enseñanza cristiana en profundidad”.
El misionero resalta en varias oportunidades que el rasgo que caracteriza la misión en Mongolia “debe ser la modestia y la paciencia, pero sobre todo, volver a poner a la persona en el centro, atendiendo al individuo más que a las masas. Las obras de la Iglesia son importantes y deben ser valorizadas e incrementadas, pero no basta con el testimonio solamente”.
El testimonio misionero de la Iglesia en Asia, que a menudo pasa a través del trabajo con los pobres, marginados y enfermos, debe ir acompañado de una atención espiritual del individuo. De otro modo, él admite, “si sólo nos dedicamos a proyectos e iniciativas, el riesgo que se corre es que nuestro testimonio quede como algo superficial, y que una vez concluido el proyecto, desaparezca también la fe. Esto no quiere decir que no tienen sentido la educación de los jóvenes o el servicio que se presta a los ancianos y a los enfermos, sino que, simplemente, se debe volver a reconocer cuáles son las necesidades primarias de la comunidad en la cual se opera”.
En Mongolia, la Iglesia católica está presente desde hace casi 25 años, y los católicos son cerca de 1500, sobre un total de tres millones de habitantes (de los cuales casi la mitad reside en la capital, Ulán Bator). A propósito de los proyectos, “seguimos muchos” refiere el padre Marengo, “y son muchas las sinergias en varios sectores. También hemos emprendido colaboraciones de tipo cultural, favoreciendo encuentros y el intercambio de conocimiento con realidades europeas”.
Siendo que en el país “el Estado está llegando a ocuparse de la educación y de la salud de un modo cada vez más adecuado, La Iglesia puede apuntar a lograr un arraigo cultural y empático con la gente, de modo que se llegue a una comprensión más profunda de la propuesta cristiana”.
El sacerdote considera el diálogo entre las religiones como “uno de los ámbitos más importantes de la misión en nuestros días. No se trata sólo de relaciones de buenos vecinos, sino de un conocimiento recíproco que se vuelva amistad. Luego, a partir de la amistad puede nacer el hecho de compartir más la propia experiencia de vida”. En relación a esto, reporta que los misioneros y misioneras de la Consolata tienen “in pectore (en preparación, ndt) una iniciativa en Karakorum: en el siglo XIII esta ciudad era la antigua capital imperial, donde convivían de un modo pacífico el islam, el cristianismo y el budismo. En el siglo XXI querríamos recrear algo parecido: un centro donde podamos vivir juntos, colaborar para el bien de la gente, intercambiar los patrimonios respectivos de visiones del mundo”.
(Fotos 1, 2, 3, 4 de Czernin/MissioAustria)
02/05/2017 13:54
17/12/2016 13:14