El papa, en el Consistorio: Con Cristo, en su camino, no fuera del camino

En el Consistorio, celebrado en el altar de la cátedra, el papa Francisco impuso la birreta a 13 nuevos cardenales. Los nuevos cardenales de Filipinas y Brunéi estuvieron ausentes por problemas vinculados a la pandemia. Todos los cardenales llevaban mascarilla sanitaria y mantenían la debida distancia entre sí. El saludo final estuvo a cargo de Mario Grech, Secretario General del Sínodo de Obispos.


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – Con Cristo “en su camino”, que es el de la pasión, muerte y resurrección, cuidando de no “salirse del camino” para seguir el de los “propios intereses”, en el que se goza de ser llamado “eminencia”, pero sin ser “pastor del pueblo”. Es la advertencia que hizo el papa Francisco en su homilía, durante el Consistorio ordinario que tuvo lugar esta tarde en la basílica de San Pedro, para la creación de 13 nuevos cardenales.  El pontífice ya los había enumerado el 25 de octubre pasado. En la extensa lista solo faltaban dos nuevos cardenales: el de las Filipinas, José F.  Advincula, arzobispo de Cápiz, y el de Brunéi, Cornelius Sim. Para ambos fue imposible viajar, debido a la cuarentena obligatoria en curso, a raíz de la pandemia.

Y precisamente a causa de las restricciones impuestas por la pandemia, en la zona ubicada frente a la cátedra, todos los purpurados llevaban colocada una máscara sanitaria y mantenían una distancia de más de un  metro entre uno y otro. 

Antes de que el Papa comentara el evangelio (Marcos 10, 32-45), el flamante cardenal Mario Grech, Secretario general del Sínodo de Obispos, se dirigió al pontífice y pronunció un apasionado discurso de homenaje y agradecimiento en nombre de todos.

El Papa explicó que el evangelio que acababan de escuchar “es el tercer anuncio de su pasión, muerte y resurrección. Este es el camino del Hijo de Dios. El camino del Siervo del Señor. Jesús se identifica con este camino, hasta el punto de que Él mismo es este camino. «Yo soy el camino» (Jn 14,6). Este camino, no hay otro”. 

El pedido que expresan Santiago y Juan, que quieren sentarse, uno a la derecha del Señor y otro a la izquierda, “es otro camino. No es el camino de Jesús, es otro. Es el camino de quien, quizás, sin ni siquiera darse cuenta, “usa” al Señor para promoverse a sí mismo; de quien —como dice san Pablo— busca su propio interés, no el de Cristo (cf. Flp 2,21). Sobre esto, san Agustín tiene un estupendo Sermón sobre los pastores (n. 46), que siempre nos hace bien releer en el Oficio de Lecturas”.

“Queridos hermanos  – continuó -, todos nosotros queremos a Jesús, todos deseamos seguirlo, pero tenemos que estar siempre vigilantes para permanecer en su camino. Porque con los pies, con el cuerpo podemos estar con Él, pero nuestro corazón puede estar lejos y llevarnos fuera del camino. Así, por ejemplo, el rojo púrpura del hábito cardenalicio, que es el color de la sangre, se puede convertir, por el espíritu mundano, en el de una distinción eminente. 

En este relato evangélico, lo que siempre sorprende es el claro contraste entre Jesús y los discípulos. Jesús lo sabe, lo conoce, y lo soporta. Pero el contraste permanece: Él en el camino, ellos fuera del camino. Dos recorridos opuestos. Sólo el Señor, en realidad, puede salvar a sus amigos desorientados y con el riesgo de perderse; sólo su cruz y su  resurrección. Por ellos y por todos, Él subió a Jerusalén. Por ellos y por todos, entregó su cuerpo y derramó su sangre. Por ellos y por todos, resucitó de entre los muertos, y con el don del Espíritu los perdonó y los transformó. Finalmente, los orientó para que lo siguieran en su camino”.

“San Marcos — como Mateo y Lucas— agregó este relato en su Evangelio porque es una Palabra que salva, necesaria para la Iglesia de todos los tiempos. Aún cuando los Doce hacen un mal papel, este texto entró en el Canon porque muestra la verdad sobre Jesús y sobre nosotros. Es una Palabra beneficiosa también para nosotros hoy. También nosotros, Papa y cardenales, tenemos que reflejarnos siempre en esta Palabra de verdad. Es una espada afilada, nos corta, es dolorosa, pero al mismo tiempo nos cura, nos libera, nos convierte. Conversión es justamente esto: desde fuera del camino, volver al camino de Dios”.