​Papa: el espíritu del mundo nos odia, como odió a Jesús

La mundanidad es “una propuesta de vida que está en todas partes, incluso en la Iglesia”. Recemos por quien realiza la obra de misericordia de sepultar a los difuntos, con el riesgo de contagiarse.


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – Recemos por todos aquellos que arriesgan contagiarse cuando se ocupan de sepultar a los difuntos, “una de las obras de misericordia” que “no es, por cierto, algo agradable”. Es la invitación a la oración con la que Francisco dio inicio a la misa de esta mañana, celebrada en la Casa Santa Marta.

En la homilía, el Papa comentó el pasaje del Evangelio (Jn 15, 18-21) en el cual Jesús dice a los discípulos: «Si el mundo los odia, sepan que primero me ha odiado a mí. Si fueran de este mundo, el mundo amaría lo que es suyo; pero como no son de este mundo, sino que yo los elegí del mundo, el mundo los odia».

“¿Cuál es el espíritu del mundo?”, preguntó Francisco. “¿Qué es esta mundanidad, capaz de odiar, de destruir a Jesús y a sus discípulos, e incluso de corromperlos y de corromper a la Iglesia?” “La mundanidad es una propuesta de vida”; “es una cultura, es una cultura de lo efímero, una cultura de la apariencia, del maquillaje, una cultura del ´hoy sí, mañana no, mañana sí y hoy no’. Tiene valores superficiales. Una cultura que no conoce la fidelidad, porque cambia según las circunstancias, negocia todo. Esta es la cultura mundana, la cultura de la mundanidad”. Y Jesús ruega “´para que el Padre nos defienda de esta cultura de la mundanidad. Es una cultura del usa y tira”, según convenga. “Es una cultura sin fidelidad” y también es “un modo de vivir para muchos que se dicen cristianos. Son cristianos, pero son mundanos”. 

La mundanidad, prosiguió, “tiene raíces profundas” y es “‘camaleónica’, cambia”, dependiendo de las circunstancias, pero en el fondo es lo mismo: una propuesta de vida que está en todas partes, incluso en la Iglesia. La mundanidad, la hermenéutica mundana, el maquillaje, todo se maquilla para ser así”. 

 “Pidamos al Espíritu Santo”, fue la oración final de Francisco, “la gracia de discernir qué es mundanidad y qué es Evangelio, y de no dejarnos engañar, porque el mundo nos odia, el mundo odió a Jesús y Jesús rezó para que el Padre nos defendiera del espíritu del mundo”.