Papa: sean evangelizadores valientes y alegres

La Iglesia “aunque sea perseguida, incomprendida y encadenada, jamás se cansa de acoger, con corazón maternal, a todos los hombres y mujeres, para anunciarles el amor del Padre que se ha vuelto visible en Jesús”. 


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – “Ser evangelizadores valientes y alegres”. Con esta exhortación, sugerida por el ejemplo de San Pablo, el Papa Francisco concluyó, en la audiencia general de hoy, el ciclo de catequesis dedicado a los Hechos de los Apóstoles, Lo hizo hablando de la prisión de Pablo en Roma, donde “se le permite vivir por su cuenta, pero bajo custodia militaris, es decir, con un soldado que lo vigila. Estaba bajo prisión domiciliaria”. 

“Con la llegada de Pablo al corazón del Imperio  – dijo Francisco, ante las setenta mil personas presentes en el Aula Pablo VI - termina el relato de los Hechos de los Apóstoles, que no se cierra con el martirio de Pablo, sino con la semilla abundante de la Palabra”, y muestra que la Iglesia, “aunque sea perseguida, incomprendida y encadenada, jamás se cansa de acoger, con corazón maternal, a todos los hombres y mujeres, para anunciarles el amor del Padre que se ha vuelto visible en Jesús”.

En efecto, pese a estar prisionero en Roma, Pablo “puede reunirse con los notables judíos, para explicarles por qué se vio obligado a dirigirse al César y a hablarles del Reino de Dios. Trata de convencerlos sobre Jesús, partiendo de las Escrituras y mostrando la continuidad entre la novedad de Cristo y la «esperanza de Israel» (Hechos 28,20)”.

“Pablo se reconoce profundamente judío, y ve en el Evangelio que predica, es decir, en el anuncio de Cristo muerto y resucitado, el cumplimiento de las promesas hechas al pueblo elegido. Después de este primer encuentro informal que halla a los judíos en buena disposición, le sigue uno más oficial, durante el cual, por una jornada entera, Pablo anuncia el Reino de Dios e intenta abrir a sus interlocutores a la fe de Jesús, partiendo  «de la ley de Moisés y de los Profetas» (Hechos 28,23). Dado que no todos se convencen de ello, él denuncia el endurecimiento del corazón del pueblo de Dios, causa de su condena (cfr Isaías 6,9-10), y celebra con pasión la salvación de aquellas naciones que, por el contrario, se muestran sensibles a Dios y capaces de escuchar la Palabra del Evangelio de la vida (cfr Hechos 28,28)”.

“Al llegar a este punto, Lucas concluye su obra mostrándonos, no la muerte de Pablo sino el dinamismo de su prédica, de una Palabra que «no está encadenada» (2Timoteo 2,9) sino que se deja sembrar por el Apóstol a manos llenas.  Pablo lo hace «con total libertad y sin encontrar ningún obstáculo» (Hechos 28,31), en una casa donde él acoge a todos los que desean recibir el anuncio del Reino de Dios y conocer a Cristo, Esta casa abierta a todos los corazones que están buscando es la imagen de la Iglesia, que aunque sea perseguida, incomprendida y encadenada, jamás se cansa de acoger, con corazón maternal, a todos lo hombres y mujeres, para anunciarles el amor del Padre que se ha vuelto visible en Jesús”. “Queridos hermanos y hermanas, al llegar al final de este camino que hemos vivido siguiendo la carrera del Evangelio en el mundo, que el Espíritu reavive en cada uno de nosotros la llamada a ser evangelizadores valientes y alegres. Que, al igual que Pablo, nosotros también seamos capaces de impregnar nuestras casas con el Evangelio y hacer de ellas cenáculos de fraternidad, donde acoger al Cristo vivo, que «viene a nuestro encuentro en todos los hombres y en todos los tiempos» (cfr II Prefacio de Adviento)”.

La exhortación a ser evangelizadores fue reiterada por el Papa en los saludos pronunciados en todas los idiomas usados en la audiencia. Así, en francés, dijo que “el Espíritu Santo pueda reavivar en cada uno de nosotros la llamada a ser evangelizadores valientes y alegres”; en alemán: “el camino de la Palabra de Dios prosigue, también, en nuestros días” El Señor nos llama a ser testigos, a pesar de nuestros límites”. Y “que no nos retenga el temor de equivocarse o el miedo de recorrer sendas nuevas, porque nuestras pobrezas no son obstáculos, sino intrumentos preciosos, ya que la gracia de Dios ama manifestarse en la debilidad”, dijo durante el saludo a los fieles árabes.  Por último, cuando se dirigió a los polacos dijo: “El Espíritu Santo reavive en cada uno de nosotros la llamada a ser evangelizadores valientes y alegres. Que nos vueva capaces de impregnar nuestra casas con el Evangelio y que éstas se conviertan en cenáculos de fraternidad, donde acoger a Cristo vivo, que viene a nuestro encuentro en todos los hombres y en todos los tiempos”.