Papa: Jesús nacido de mujer. No existe salvación sin la mujer

En la misa por la Jornada mundial de la paz, en la solemnidad de María Madre de Dios, el Papa Francisco afirma que “el renacimiento de la humanidad” comienza “desde la mujer”. El cuerpo de la mujer “sacrificado sobre los altares profanos de la publicidad, de la ganancia, de la pornografía… Va liberado del consumismo, va respetado y honrado; es la carne más noble del mundo”. “Hoy también la maternidad es humillada, porque el único crecimiento que interesa el el económico”. “Cuando las mujeres pueden transmitir sus dones, el mundo se encuentra más unido y más en paz”. “La Iglesia, como María es mujer y madre”. 

 


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – Justamente porque Jesús “nació de una mujer” (Gal 4,4), porque “de la mujer nació el Príncipe de la paz”. En el primer día del año 2020, cuando la Iglesia celebra la solemnidad de María Madre de Dios y la Jornada mundial de la paz, llegada a la 53ra edición, el Papa Francisco subrayó que “si queremos tejer de humanidad las tramas de nuestros días, debemos repartir de la mujer”.

En la homilía que hizo durante la misa en la basílica de S. Pedro, Francisco volvió continuamente sobre la frase de S. Pablo “nacido de mujer”, para mostrar ante todo la condición humillante de la mujer en nuestro mundo contemporáneo: 

“Nacido de mujer. El renacer de la humanidad comenzó con la mujer. Las mujeres son fuente de vida. Sin embargo, son continuamente ofendidas, golpeadas, violadas, inducidas a prostituirse y a eliminar la vida que llevan en el vientre. Toda violencia infligida a la mujer es una profanación de Dios, nacido de una mujer. La salvación para la humanidad vino del cuerpo de una mujer: de cómo tratamos el cuerpo de la mujer comprendemos nuestro nivel de humanidad. Cuántas veces el cuerpo de la mujer se sacrifica en los altares profanos de la publicidad, del lucro, de la pornografía, explotado como un terreno para utilizar. Debe ser liberado del consumismo, debe ser respetado y honrado. Es la carne más noble del mundo, pues concibió y dio a luz al Amor que nos ha salvado. Hoy, la maternidad también es humillada, porque el único crecimiento que interesa es el económico. Hay madres que se arriesgan a emprender viajes penosos para tratar desesperadamente de dar un futuro mejor al fruto de sus entrañas, y que son consideradas como números que sobre-exceden el cupo por personas que tienen el estómago lleno, pero de cosas, y el corazón vacío de amor”. En la creación, continuó el pontífice, “la mujer aparece en el ápice de la creación, como resumen de todo lo creado. De hecho, ella contiene en sí el fin de la creación misma: la generación y protección de la vida, la comunión con todo, el ocuparse de todo”.

“Es lo que hace la Virgen en el Evangelio hoy (Cfr Lucas 2,16-21). «María, por su parte ―dice el texto―, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (v. 19). Conservaba todo: la alegría por el nacimiento de Jesús y la tristeza por la hospitalidad negada en Belén; el amor de José y el asombro de los pastores; las promesas y las incertidumbres del futuro. Todo lo tomaba en serio y todo lo ponía en su lugar en su corazón, incluso la adversidad. Porque en su corazón arreglaba cada cosa con amor y confiaba todo a Dios”.

En el Evangelio encontramos por segunda vez esta acción de María: al final de la vida oculta de Jesús se dice , en efecto, que «su madre conservaba todo esto en su corazón» (v. 51). Esta repetición nos hace comprender que conservar en el corazón no es un buen gesto que la Virgen hizo de vez en cuando, sino un hábito. Es propio de la mujer tomarse la vida en serio. La mujer manifiesta que el significado de la vida no es continuar a producir cosas, sino tomar en serio las que ya están. Sólo quien mira con el corazón ven bien, porque saben “ver en profundidad” a la persona más allá de sus errores, al hermano más allá de sus fragilidades, la esperanza en medio de las dificultades, a Dios en todo”.

De aquí surge un examen de conciencia: “Al comenzar el nuevo año, preguntémonos: “¿Sé mirar a las personas con el corazón? ¿Me importa la gente con la que vivo? Y, sobre todo, ¿tengo al Señor en el centro de mi corazón?”. Sólo si la vida es importante para nosotros sabremos cómo cuidarla y superar la indiferencia que nos envuelve. Pidamos esta gracia: vivir el año con el deseo de tomar en serio a los demás, de cuidar a los demás.

Y si queremos un mundo mejor, que sea una casa de paz y no un patio de batalla, que nos importe la dignidad de toda mujer. De una mujer nació el Príncipe de la paz. La mujer es donante y mediadora de paz y debe ser completamente involucrada en los procesos de toma de decisiones. Porque cuando las mujeres pueden transmitir sus dones, el mundo se encuentra más unido y más en paz. Por lo tanto, una conquista para la mujer es una conquista para toda la humanidad entera”.

En concreto, la Iglesia es “como María, mujer y madre”. “Nacido de mujer. Jesús, recién nacido, se reflejó en los ojos de una mujer, en el rostro de su madre. De ella recibió las primeras caricias, con ella intercambió las primeras sonrisas. Con ella inauguró la revolución de la ternura. La Iglesia, mirando al niño Jesús, está llamada a continuarla. De hecho, al igual que María, también ella es mujer y madre, y en la Virgen encuentra sus rasgos distintivos. La ve inmaculada, y se siente llamada a decir “no” al pecado y a la mundanidad. La ve fecunda y se siente llamada a anunciar al Señor, a generarlo en las vidas. La ve, madre, y se siente llamada a acoger a cada hombre como a un hijo”.

“Acercándose a María, la Iglesia se encuentra a sí misma, encuentra su centro y su unidad. En cambio, el enemigo de la naturaleza humana, el diablo, trata de dividirla, poniendo en primer plano las diferencias, las ideologías, los pensamientos partidistas y los bandos. Pero no podemos entender a la Iglesia si la miramos a partir de sus estructuras, programas, tendencias, de las ideologías, de la funcionalidad: percibiremos algo de ella, pero no su corazón. Porque la Iglesia tiene el corazón de una madre. Y nosotros, hijos, invocamos hoy a la Madre de Dios, que nos reúne como pueblo creyente. Oh Madre, genera en nosotros la esperanza, tráenos la unidad. Mujer de la salvación, te confiamos este año, custódialo en tu corazón. Te aclamamos: ¡Santa Madre de Dios, Santa Madre de Dios, Santa Madre de Dios!”.