Papa: es un pecado social tratar a los discapacitados como personas de segunda clase

Mensaje de Francisco con ocasión del Día Mundial de las Personas con Discapacidad, que este año tiene por tema “El futuro es accesible”. “Pienso en personas de todas las edades, pero sobre todo en los ancianos, que en parte debido a la discapacidad, a veces se sienten como una carga, como ‘presencias engorrosas’, y arriesgan ser descartadas, y ver negadas sus perspectivas laborales concretas, para participar en la construcción de su porvenir”.


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – Considerar que algunas vidas son de clase A, y otras de clase B, es “un pecado social”, porque la dignidad de una persona “no depende de la funcionalidad de los cinco sentidos”. Es lo que escribe el Papa Francisco en su mensaje por el Día Mundial de las Personas con Discapacidad, que se conmemora hoy, y que este año tiene por tema “El futuro es accesible”. 

El documento invita, ante todo, a renovar la “mirada de fe, que ve en cada hermano y hermana la presencia de Cristo mismo, quien considera que cada gesto de amor con uno de los hermanos más pequeños, es un gesto hacia Él (cfr Evangelio de San Mateo 25,40)”.

Hoy en día, frente a los vastos progresos en el campo médico y asistencial para las personas con discapacidad, “se constata la presencia de la cultura del descarte, y muchos de ellos sienten que existen, pero sin pertenecer ni participar. Todo esto, no solo exige proteger los derechos de las personas con discapacidad y de sus familias, sino que también nos exhorta a volver más humano el mundo, removiendo todo aquello que les impida gozar de una ciudadanía plena, los obstáculos del prejuicio, favoreciendo la accesibilidad de los lugares y una calidad de vida que tenga en cuenta todas las dimensiones de lo humano”.  

“Es necesario acompañar a las personas con discapacidad, y ocuparse de ellas en todas las situaciones de vida, valiéndose también de todas las tecnología actuales, pero sin absolutizarlas; con fuerza y ternura, hacerse cargo de las situaciones de marginalidad; caminar con ellos, ‘ungirlos’ de dignidad, para que tengan una participación activa en la comunidad civil y eclesial. Es un camino exigente y también fatigoso, que siempre contribuirá a formar conciencias capaces de reconocer a cada quien como persona única e irrepetible. Y no olvidemos a tantos ‘exiliados ocultos’, que viven en el interior de nuestros hogares, en nuestras familias, en nuestras sociedades (cfr Ángelus, 29 de diciembre del 2013; Discurso al Cuerpo Diplomático, 12 de enero del 2015). Pienso en personas de todas las edades, sobre todo en los ancianos, que, en parte debido a la discapacidad,  a veces se sienten como una carga, como ‘presencias engorrosas’, y que corren el riesgo de ser descartadas, de ver negadas su perspectivas laborales concretas para participar en la construcción de su porvenir”. 

“Hay que desarrollar anticuerpos contra una cultura que considera que algunas vidas son de clase A y otras de clase B: ¡esto es un pecado social! Tener el coraje de dar voz a cuantos son discriminados por su condición de discapacidad, ya que lamentablemente, en algunas naciones, todavía hoy se vacila en reconocerlas como personas de igual dignidad, como hermanos y hermanas en la humanidad. En efecto, si bien hacer buenas leyes y derribar barreras físicas es importante, no basta con eso, si no cambia asimismo la mentalidad, si no se supera una cultura generalizada que continúa generando desigualdades, impidiendo a las personas con discaacidad la participación activa en la vida ordinaria”. 

El mensaje concluye dando aliento a “todos los que trabajan con las personas que portan discapacidades” e impulsa a “proseguir en este importante servicio y compromiso, que determina el grado de civilización de una nación. Y ruego para que cada persona pueda sentir sobre sí la mirada paternal de Dios, que afirma su dignidad plena y el valor incondicional de su vida”.