Card. Bo: Reflexiones desde la periferia de Asia

El arzobispo de Rangún publica una carta en la que expresa “las profundas preocupaciones de la Iglesia por las pruebas que le aguardan al país”. Entre ellas, la intromisión de los militares en la vida política del país: se invita al ejército y al gobierno a respetar sus roles. El prelado alerta sobre la creciente intolerancia religiosa en el país y en todo Asia. 

 


Rangún (AsiaNews) – Violación de derechos, conflictos étnicos y tensiones religiosas: para Myanmar, ha llegado la hora “de afrontar estos desafíos y poner fin a los abusos sobre la dignidad humana; procurar la paz y la reconciliación; amar la libertad e ir detrás de la verdad; celebrar la diversidad y la dignidad de la diferencia; amar la creación”. Son las afirmaciones del Card. Charles Maung Bo (foto), el arzobispo de Rangún y presidente de la Federación de las Conferencias Episcopales de Asia (FABC). Ayer, con ocasión de la solemnidad de la Asunción de la Virgen María, el Card. Bo publicó una carta, titulada “Reflexiones desde la periferia – el amor de Dios por el pueblo y las naciones de Asia”. El mensaje, afirma, “está plasmado por el amor, está impregnado de un deseo de justicia e inspirado por la misericordia. Myanmar necesita desesperadamente de estas tres cosas”.

En el 2020, el pueblo birmano participará en las segundas elecciones democráticas desde el fin del régimen militar. Con el evento en puertas, el arzobispo de Rangún pretende expresar “las profundas preocupaciones de la Iglesia por las pruebas que hoy aguardan al país”. El prelado aclara, sin embargo, que él es “un líder religioso, y no un político”, y subraya que no quiere “alinearse con ningún frente, salvo el de la paz, la justicia, la reconciliación, la dignidad humana y el amor”. 

La liberación de prisioneros políticos, la firma del cese del fuego, el voto democrático y un gobierno encabezado por civiles: en los últimos siete años, el país ha asistido a lo que se pensaba sería “el despuntar de un nuevo día”. “Sin embargo, en el último período -declara el Card. Bo- han vuelto a aparecer nubarrones muy oscuros , que opacan el resplandor de la luz que había comenzado a surgir. La persistencia del conflicto, los abusos continuos y la difusión del odio religioso y racial amenazan las esperanzas, la libertad y la dignidad de las personas en todo el país”. 

Para la Iglesia, subraya el cardenal, “la paz es central en la misión”. Sin embargo, ésta siempre debe ir de la mano de la justicia y la libertad, cuya garantía proviene de un “respeto por la diversidad étnica y religiosa” que proteja “los derechos fundamentales de cada persona en singular, independientemente de cuál sea su raza, religión o género”. 

El Card. Bo invita a la nación a tomar el camino del diálogo, “basado en la construcción de la confianza y el respeto”, sin “los rencores de las nacionalidades étnicas”. La solución que él propone es un sistema federal de nacionalidades étnicas, con “recursos naturales compartidos y distribuidos en beneficio de las personas, en lugar de ser saqueados y acumulados por una pequeña élite”. 

Para lograr dicho objetivo, también es necesaria “una justa comprensión del legítimo rol de las fuerzas armadas de una nación”. Recordando las enseñanzas de la Iglesia en materia de guerra y del uso de la fuerza, el cardenal denuncia que suele ocurrir que “los civiles se convierten en los objetivos de la guerra, que provoca su desplazamiento y que tal vez culmina en su brutal masacre”. “Hay áreas del país -afirma el Card. Bo-, sobre todo en los Estados de Kachin, Shan y Rakhine, donde a personas que viven situaciones de necesidad desesperante se las deja fuera de la asistencia, y se les niega el acceso humanitario. Sin importar cuáles sean los derechos y los errores de los conflictos entre los distintos grupos de nuestro país, a nadie se le deben negar los derechos más elementales como son el derecho a la comida, a estar a salvo, el acceso a medicamentos y a la educación”. 

Las campañas militares del Tatmadaw (el ejército birmano) y el amplio poder que detentan los militares en el gobierno del país han contribuido a la agudización de varias crisis humanitarias, dejando al país aislado en el ámbito internacional. Es por ello que el obispo reclama a la política y a las fuerzas armadas que respeten sus roles. “En este momento, a causa de nuestra frágil democracia, necesitamos de la asistencia y protección de los militares”. “Pero en una sociedad civilizada, ningún ejército puede estar por encima de la ley; ningún soldado de una sociedad humana puede cometer un delito impunemente. Si los soldados han de ser respetados, deben tomar su lugar en los cuarteles -y no en la legislatura- sirviendo al país y sometiéndose a la autoridad de un gobierno civil y electo”. 

Otra prueba que Myanmar tiene por delante son las crecientes amenazas a la libertad religiosa, que el Card. Bo coloca como fundamento de todos los derechos humanos. “Los predicadores del odio incitan a la discriminación y a la violencia en nombre de una religión pacífica; las leyes y reglamentos injustos imponen restricciones a la libertad religiosa de las minorías, y la política de la identidad ha mezclado raza, religión y política, en una peligroso cocktail de odio e intolerancia. Esto es cierto, no solo para Myanmar, sino para toda Asia -el continente más diversificado del mundo, donde se encuentran las principales religiones y donde un grupo que es mayoría en un país, es minoría en otro.

“Unámonos como nación, basados en los valores de Metta (misericordia) y Karuna (compasión) de la tradición budista, del salam (paz) de aquella islámica,  y del principio cristiano de amar al prójimo como a sí mismos y al enemigo”, es el llamado del Card. Bo. “La Iglesia de Myanmar -concluye- está dispuesta a ser un lugar de misericordia para todos, un centro de reconciliación, a defender los derechos de todos, en cualquier parte, sin hacer excepciones por cuestiones de religión o etnia; y derribar las barreras, quitar los cercos y hacer frente al odio con el amor”. 

(Para el texto completo de la carta, ver adjunto).