Bayombong, la diócesis crece gracias a la Providencia

Tutela ambiental, pobreza y jóvenes; son los principales desafíos para Mons. Mangalinao. En pocos días más, el obispo festejará el primer año de su toma de posesión. En el 2015, los católicos locales sumaban poco más de 560.000 y representaban alrededor del 56% de la población. Gracias a la obra misionera de la Congregación del Corazón Inmaculado de María, la diócesis tiene 20 parroquias y 12 escuelas. 


Bayombong (AsiaNews) – La de Bayombong es una Iglesia que sigue siendo misionera y la Providencia sostiene su crecimiento. En diálogo con AsiaNews, son las declaraciones de Mons. Jose Elmer Imas Mangalinao (foto), 59 años, obispo de la diócesis rural que se extiende sobre las provincias de Nueva Vizcaya y Quirino. El territorio está situado en el corazón montañoso de Luzón, la isla más poblada y vasta del archipiélago filipino. 

En pocos días más, Mons. Mangalinao festejará su primer año como obispo de Bayombong. El 24 de mayo de 2018, el Papa Francisco lo eligió para suceder a Mons. Ramon Barrera Villena, que se retiró en el 2016. Luego de transferirse desde la sede titular de Urusi y desde su oficina como auxiliar de Lingayen-Dagupan, Mons. Mangalinao tomó posesión de la sede como tercer obispo de Bayombong el 25 de julio de 2018. “En este período -afirma- he podido visitar todas y cada una de las 20 parroquias y 12 escuelas católicas del territorio. La diócesis nace gracias a la obra de los misioneros de la Congregación del Corazón Inmaculado de María (CICM). A ellos les debemos mucho”. 

Erigida como prelatura territorial en 1966, en el año 1982 Bayombong fue elevada a diócesis sufragánea de Tuguegarao. En el 2015, los católicos locales eran poco más de 560.000 y representaban el 56% de la población (casi un millón de personas). El dato se encuentra muy por debajo del promedio nacional: en las Filipinas, el país católico más poblado de de Asia, cerca del 85% de los ciudadanos están en comunión con Roma. 

“Además de la tutela del ambiente -cuenta Mons. Mangalinao –, uno de los mayores desafíos que debe afrontar la Iglesia local es la conformación del territorio. De las parroquias, hay diez que se encuentran en altiplanos y es difícil llegar a las comunidades más pequeñas y remotas. Además, en estas áreas la pobreza está muy difundida y eso también condiciona nuestro ministerio pastoral. Otro campo misionero que nos tiene muy ocupados es la atención de los jóvenes. Cabe aclarar que esto no es tarea fácil: dado que nos encontramos en un territorio rural, muchos de nuestros chicos y chicas se transfieren a lugares donde encuentran mejores oportunidades de empleo, es decir, a las grandes ciudades. La mayoría de las veces, parten contra la voluntad de sus padres, que querrían que ellos permanezcan a su lado cuando ya no estén en condiciones de trabajar la tierra”.

“Doy gracias a Dios -concluye el obispo-, porque disponemos de suficientes sacerdotes. La mayor parte de los fieles trabaja en el campo, de modo que pueden ir a la iglesia solo en día domingo. Las distancias son grandes y los agricultores siempre tienen mucho trabajo por hacer: son pocos los que logran participar en las devociones de los miércoles o viernes.  Somos una Iglesia misionera. Para mí, que estoy habituado a otros contextos eclesiásticos, este es un desafío. Pero cuento con la inspiración de mis 32 sacerdotes y 12 misioneros, pertenecientes a cuatro comunidades religiosas. Estoy feliz porque también tenemos algunos seminaristas. Es cierto, para nosotros es difícil sostenerlos económicamente, pero poco a poco, Dios ve, y provee”. (P.F.)