Benedicto XVI: La crisis de la pedofilia es una crisis de fe
de Bernardo Cervellera

En un largo artículo publicado hoy, el Papa emérito saca a la luz algunas de las causas de la crisis moral que rige en la Iglesia, y que deben ser conectadas a la revolución y a la “liberación sexual” del ’68, además de a un relativismo de la teología moral y a una falta de comprensión sobre el Concilio Vaticano II. La ausencia de Dios en la sociedad lleva a no saber distinguir entre el bien y el mal y a avalar la pedofilia. La recuperación de la fe en la Iglesia, del misterio de la eucaristía y del testimonio es el camino para la renovación eclesial y social. El agradecimiento al Papa Francisco.


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – “Solo allí donde la fe ya no determina el obrar de los hombres, se vuelven posibles semejantes delitos”: es una de las afirmaciones capitales de Benedicto XVI a propósito de los escándalos de pedofilia presentes en la Iglesia, una situación que está alejando a muchos fieles de la comunión eclesial. El Papa emérito publicó en el día de hoy una reflexión de largo aliento en la publicación mensual alemana Klerusblatt, que también fue publicada en Italia por el Corriere della Sera.

En sus páginas, él muestra, ante todo, “que la pedofilia ha sido diagnosticada como permisible y conveniente”, a partir de la “Revolución de 1968”, que “quería conquistar… incluso la libertad sexual absoluta”.

 

Colapso de la moral

En paralelo, en la vida de la Iglesia se ha registrado “un colapso de la teología moral católica” que ha conducido a una moral situacional, en la que ya no hay acciones buenas o malas, y en la cual no existen valores “indisponibles” por cuya defensa ha de arriesgarse incluso la vida. De esta manera –dice- el martirio, “una categoría fundamental de la existencia cristiana” ya no es más “moralmente necesario”.  

A continuación se difundió la idea de que la Iglesia no tiene nada que decir sobre la moral, sino solo y exclusivamente sobre la fe. Sin embargo, “quien en este ámbito niegue a la Iglesia una competencia doctrinal última, la constriñe al silencio, precisamente allí donde está en juego el límite entre la verdad y la mentira”. De esta manera, se destruye incluso la contribución específica del cristianismo a la vida humana: “Imagen de Dios y moral van juntas, y así producen lo que es específicamente nuevo en la actitud cristiana en relación al mundo y a la vida humana”  

 

Los clubes homosexuales

Todo ello ha conducido –a partir de los años ’80- a un “colapso” mundial en la manera de preparar a los jóvenes para el sacerdocio. Con una interpretación parcial del mensaje del Concilio Vaticano II, se ha criticado la riqueza de la tradición y se ha configurado una “nueva relación, radicalmente abierta, con el mundo”. Como ejemplo, Benedicto XVI cita a un obispo de los Estados Unidos, que proyectaba filmes pornográficos en el seminario; la presencia de clubes homosexuales en las comunidades de formación; la educación de jóvenes alemanes que se preparaban para el sacerdocio conviviendo en el seminario “con sus novias”.  

Los intentos del Papa Juan Pablo II y del mismísimo Benedicto XVI de corregir estos desajustes se toparon con muchas resistencias. Incluso los libros de Joseph Ratzinger fueron prohibidos en muchos seminarios por considerarlos “no aptos para el sacerdocio” o “literatura dañina”.  

Otro límite expresado por el Papa emérito es aquél presente en el derecho canónico, demasiado “garantista” en relación al acusado de crímenes de pedofilia, y poco, cuando se trata de la fe, como un “bien importante, que ha de ser protegido por la ley”.

 

La ausencia de Dios

Frente a estos delitos, hay quienes abandonan la Iglesia, y otros que piensan en “crear otra Iglesia para que las cosas puedan ajustarse”. Pero todo ello es inútil si no se comprende que la pedofilia ha podido propagarse en la Iglesia y en el mundo a causa de la “ausencia de Dios”. “En realidad, la muerte de Dios en una sociedad también significa el fin de la libertad porque lo que muere es el propósito que proporciona una orientación, dado que desaparece la brújula que nos dirige en la dirección correcta, que nos enseña a distinguir el bien del mal”. Es por ello que la tarea primordial –quizás para cualquier hombre, no solo para un cristiano-  que brota “de las convulsiones morales de nuestro tiempo, es que nuevamente comencemos a vivir para Dios y obedeciéndole a Él”.

El segundo punto es regresar a la eucaristía como presencia viva de Cristo y de su muerte y resurrección, no vaciándola de su contenido y convirtiéndola en un mero “gesto ceremonial”, distribuida a quien sea, por “cortesía”.

 

La Iglesia, el buen grano y la cizaña

Por último, el Papa emérito se detiene en el modo en que se ha de corregir el desamor hacia la Iglesia, que ya es mirada como un organismo político, lo cual lleva a la Iglesia a “morir en las almas”.   

Para Ratzinger, el hecho de “denigrar la creación” a causa de los hechos horrendos que suceden es igual a “denigrar a Dios”. Sin embargo, “hoy en día, la acusación contra Dios se centra sobre todo en desacreditar a su Iglesia en su conjunto, para alejarnos de ella”.

Él recuerda que, desde siempre, la Iglesia es una red que lleva peces buenos y malos, un campo donde coexisten el buen grano y la cizaña”.

“En efecto, la idea de una Iglesia mejor, creada por nosotros mismos, es una propuesta del demonio, con la que nos quiere alejar del Dios viviente, valiéndose de una lógica mentirosa en la que fácilmente podemos caer. No, incluso hoy, la Iglesia no está hecha solo de peces malos y cizaña. La Iglesia de Dios también existe hoy, y hoy, también es, precisamente ella, el instrumento  con el cual Dios nos salva. Es muy importante oponerse con toda la verdad a las mentiras y las medias verdades del demonio: sí, hay pecado y mal en la Iglesia, pero incluso hoy existe la Santa Iglesia, que es indestructible. También hoy hay mucha gente que humildemente cree, sufre y ama y en la cual el verdadero Dios se muestra a nosotros, el Dios que ama. También hoy Dios tiene a sus testigos («martyres») en el mundo. Solo debemos estar vigilantes para verlos y escucharlos”.

En la introducción de su texto, Benedicto XVI aclara que estas páginas han sido publicadas luego de haber “contactado al Secretario de Estado del Vaticano, Cardenal (Pietro) Parolin, y al mismo Papa Francisco”, a quien agradece reiteradamente.

 

(Una traducción del artículo completo del Papa Benedicto XVI ha sido publicada en el siguiente enlace de Aciprensa)