Mirpur, la parroquia ‘de los migrantes’ María Reina de los Apóstoles

La comunidad cristiana local fue fundada por los misioneros del PIME hace 25 años. El barrio está compuesto por varios grupos tribales emigrados a Daca en busca de trabajo. El elemento fundante común para agregar a las familias “fue la fe”.

 


Daca (AsiaNews)- Desde las catequistas voluntarias que el viernes por la mañana organizan las actividades para los niños, al Don Bosco club que involucra a los jóvenes del barrio; desde los cursos de corte y confección dirigido por los misioneros de S. Vicente de Paul a las emigradas de todo el país que trabajan en las fábricas o estudian en las escuelas de la capital, como Eva que en el futuro quisiera ser religiosa. Son algunos de los rostros que se encuentran en la parroquia de María Reina de los Apóstoles de Mirpur 2, un barrio de Daca. De una pequeña comunidad surgida de la nada, construida hace 25 años atrás por los padres del PIME (Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras) en la periferia de la capital de Bangladés, hoy la diócesis está lista para ser consignada a la arquidiócesis local.

El p. Franco Cagnasso, misionero italiano, afirma a AsiaNews: “No me gustan los eslogan, pero se podría decir que aquí nuestra misión está cumplida. El Espíritu Santo nos guiará a una nueva misión”. El p. Quirico Martinelli, último párroco, cuenta que la ceremonia para la “consigna oficial se realizó el 11 de noviembre. Celebró la misa Mons.  Shorot Francis Gomes, vicario general de la diócesis. Con una gran fiesta hemos recibido al nuevo párroco, el p. Teotonius Proshanto Ribero. El coro de la iglesia con sus cantos animó la función”.

La piedra fundamental de la iglesia fue colocada por el p. Gianantonio Baio en 1994. desde aquel momento, narra el p. Cagnasso. “hemos hecho un gran camino. El mismo barrio cambió mucho. La intuición ganadora del p. Baio fue la de iniciar con una presencia cristiana allí donde nadie pensaba se pudiese hacer una misión. Sabíamos que muchas familias e individuos se estaban transfiriendo por trabajo al barrio y entendíamos que necesitaban de un apoyo concreto y de un acompañamiento espiritual. Eran familias que provenían de los pueblos, que habían perdido la identidad cristiana cuando dejaron sus propias casas. Nosotros hemos recreado un tejido comunitario”.

Según el sacerdote, el desafío principal fue justamente unir un grupo tan variado de migrantes, pertenecientes a diversos grupos étnicos que no tenían relaciones entre ellos. Además de todo esto, “una tarea aún mayor era favorecer la inserción dentro de la comunidad en una realidad de mayoría musulmana”. La función agregante, afirma, “fue la fe común, la sed de Dios que ya estaba en ellos”. Luego los servicios creados por la parroquia, “una presencia que habla a través de nuestros gestos”, como la define el p. Franco: el consejo pastoral, la escuela de S. Teresa que se encuentra en la parte opuesta de la calle, el centro para los discapacitados, la credit union, el centro de discernimiento vocacional para los jóvenes, el servicio para los enfermos. Al final “el haber involucrado a los laicos, también a los no cristianos fue una cosa fundamental para radicarse en el territorio”.