Card. Sako: 'Los frutos del Sínodo para los jóvenes de Irak, puentes de diálogo con el islam’
de Louis Raphael Sako*

Tras la conclusión del Sínodo, el patriarca caldeo se dirige a los muchachos y muchachas de Irak, invitándolos a obrar en favor de la “convivencia”. El Card. Salo exalta el rol de la mujer y la importancia de la vida consagrada. En Irak, el “pequeño rebaño” debe estar dispuesto a afrontar los desafíos actuales y futuros con “confianza y esperanza”.


Bagdad (AsiaNews) -  Los jóvenes cristianos iraquíes son “un puente para el diálogo” entre culturas y religiones, en particular, “entre el Cristianismo y el islam”, “para consolidar la convivencia”. Es lo que escribe el primado caldeo, el Card. Louis Raphael Sako, en un mensaje publicado en el sitio del patriarcado caldeo, que fue enviado a AsiaNews para su conocimiento, tras el regreso del prelado a Bagdad, luego de haber participado en el reciente Sínodo de jóvenes realizado en el Vaticano. Exaltando el rol de la mujer y la importancia de la vida consagrada, el purpurado invita a muchachos y muchachas a ser custodios de la “identidad, la fe, los valores, las tradiciones y la lengua”. Un compromiso en el que también se invita a participar a los caldeos de la diáspora.

A continuación, bridamos una síntesis amplia del mensaje del patriarca Sako. Traducción del idioma árabe realizada por Don Rebwar Audish Basa:

 

A la luz del Sínodo de obispos sobre el tema “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”, que se llevó a cabo en Roma del 3 al 28 de octubre de 2018, queremos hacer llegar esta Carta Pastoral a los cristianos iraquíes y, en particular, a los jóvenes caldeos, para expresarles nuestro afecto. Y para decir que estamos orgullosos de ellos y de su firmeza al afrontar los desafíos y las serias crisis, por su determinación de permanecer en su tierra de origen, custodiando su identidad, su fe, sus valores morales, tradicionales y la lengua, incluso aquellos de la diáspora.

Ante todo, queremos reiterar que la Iglesia es su casa, y en ella ellos tienen su lugar y su rol. Y la Iglesia, con sus ministros, obispos y presbíteros, les ofrece todo el sostén posible. Este Sínodo pretende hacer “salir a la Iglesia”, con el objetivo de ir al encuentro de los jóvenes –y a través de ellos, al encuentro de la gente- en su realidad, tal como es actualmente. Los cristianos iraquíes, y en particular los jóvenes, han tenido la vivencia del amor de Dios hacia ellos, y respondiendo a ese amor han expresado fidelidad, sobre todo cuando dejaron todo lo que tenían en sus ciudades y pueblos, para preservar su fe. Hay quienes incluso sacrificaron su vida, recibiendo la corona del martirio. Les damos las gracias y estamos orgullosos de ellos.

 

La misión de la Iglesia

La misión universal de la Iglesia es anunciar el Evangelio, dar un testimonio de vida, celebrar la liturgia, es decir, celebrar la presencia de Cristo en la comunidad, y servir a los hermanos, la ‘diaconía’. Los jóvenes quieren que la Iglesia esté cerca de ellos, presente en medio de ellos, que sea solidaria con ellos, que exprese su afecto hacia ellos, que los abrace, los sostenga y los fortalezca en su pertenencia a ella, para que también ellos proclamen el Evangelio a sus coetáneos.   

 

La vocación que compartimos

Los que participaron en el Sínodo han reafirmado que el punto de partida de la fe es la familia. En efecto, la familia es la primera escuela, una iglesia en pequeño (micro-iglesia), por ser el ambiente en que nace el niño/a y en el cual recibe la fe, crece, madura y aprende a vivir. Todo esto muestra cuán esencial es la formación de toda familia cristiana, de un modo sano y profundo, para poder vivir el sacramento del matrimonio y su sacralidad, y para poder educar a sus hijos en un clima colmado de amor, afecto y ternura, con libertad, responsabilidad y madurez.  

 

Los jóvenes son miembros de la Iglesia y colaboradores

Los jóvenes están cargados de muchas energías invalorables. Estas energías deben ser empleadas para proclamar el Evangelio y el bien común. Es más, los jóvenes tienen una capacidad extraordinaria de superar los desafíos y de realizar cosas bellas y útiles a través del mundo digital (las redes sociales).  

Los pastores deben integrar a los jóvenes en pequeños grupos como, por ejemplo, en las fraternidades o en las distintas actividades parroquiales. De esta manera, ellos pueden encontrarse con personas que son verdaderos testigos de Cristo, personas en las que pueden confiar y hacer juntos el camino de la fe. Es importante dar responsabilidades a los jóvenes, y si se equivocan no hay problema, porque también aprenderán de los errores que cometan.  Entonces, debemos reconocer que los jóvenes son miembros de la Iglesia y que son colaboradores fundamentales. Lamentablemente, los Orientales hemos hecho poco uso del Concilio Vaticano II, sobre todo en lo que concierne a la renovación. Creo que ha llegado la hora de volver a sus enseñanzas con seriedad, para hacer nuestro camino rumbo a la renovación y a la nueva evangelización.

 

Vocaciones específicas

Hoy en día, estamos muy necesitados de vocaciones específicas, es decir, de personas que sean capaces de dedicar su vida al anuncio del Evangelio y a servir a los hermanos con plena convicción, honestidad, entusiasmo, amor y alegría. Igualmente importante es experimentar la alegría de la oración y de la lectura de la Sagrada Escritura, y seguir los ejemplos de los maravillosos íconos de las vocaciones que narra la Sagrada Biblia. Todo esto alimenta espiritualmente la vocación y le da un impulso continuo.  .

En lo que respecta a los seminarios y monasterios, el acento debe estar puesto sobre la vida colectiva, ateniéndose al principio de que el monasterio forma “una sola familia”, en la que domina la armonía, la alegría y el respeto por la diversidad en la unidad. Además, la Iglesia debe aclarar su enseñanza sobre el tema del cuerpo y el sexo, como dones de Dios.

 

La juventud y la sociedad

Nuestro mundo sufre por la injusticia, la falta de iguales oportunidades, la desocupación, la pobreza, la violencia, la migración y la marginación... Por lo tanto, los jóvenes deben abocarse al trabajo social y político e incorporarse a estas tareas para contribuir a la realización de la justicia, la igualdad, la fraternidad, el amor y la paz. Aquí debemos subrayar el rol que la Iglesia debe asumir en la formación de los jóvenes, a fin de prepararlos para esta misión.  Por otro lado, los jóvenes necesitan conocer la doctrina social de la Iglesia y ser un puente para el diálogo entre las culturas y las religiones –en particular, entre el Cristianismo y el Islam- para consolidar la convivencia.  

 

Qué se puede hacer

Hoy hay llegado la hora de que la Iglesia, siendo “padre y madre” de sus hijos, se mueva, se una y trabaje como un equipo, formado por ministros y fieles. Debemos entrenarnos en la escucha: escuchar a los jóvenes, para conocer –no teóricamente, sino en la práctica- sus realidades y situaciones. La Iglesia, que es “casa de la caridad” debe […] acoger, proteger, promover e integrar. La Iglesia debe recordar siempre su rol profético. Esperamos que cada obispo haga de su diócesis una pequeña Iglesia universal, y una familia.  

 

Algunas recomendaciones:

1) Prestar particular atención a los jóvenes en las comunidades eclesiales, para concretizar el concepto de que “la iglesia es una familia” y de modo que todos sean escuchados, abrazados y sostenidos.

2) Desarrollar, en la vida eclesial, los talentos y las energías de liderazgo en los jóvenes, tanto en hombres y mujeres, sin distinción, porque el Espíritu Santo brinda sus dones tanto a hombres como a mujeres, por igual. Emprenderemos la iniciativa de construir un centro para jóvenes en Bagdad, para contar con un centro de espiritualidad, cultura, deporte, que tenga una biblioteca y disponga de conexión a Internet.

 

Mujeres en la Iglesia

Ha llegado la hora de revalorar la visión de la Iglesia sobre el rol de las mujeres en la sociedad y en la Iglesia, incluso a la luz de los acontecimientos culturales y sociales. Los jóvenes creen que la Iglesia no brinda a las mujeres el lugar que verdaderamente tienen. Por tanto, La Iglesia debe revisar su posición y su estrategia en relación a la mujer, basándose en los principios de la fe. Y debe apreciar particularmente el carisma de la mujer en el anuncio del Evangelio, y servir a las personas en el campo de la educación sobria, el acompañamiento, la administración, las actividades pastorales y la liturgia.  

 

Conclusión

Si bien los cristianos que han permanecido en Irak constituyen un “pequeño rebaño”, aún seguirmos siendo fuertes como “la levadura, la sal y la luz”, por lo tanto, debemos organizarnos y organizar nuestra casa, y prepararnos para afrontar los desafíos actuales y futuros, con la conciencia, la fe, la determinación, la confianza, la esperanza y la unidad, como un equipo. Aquí  queremos invitar a nuestros queridos jóvenes, hombres y mujeres, a leer el relato de los dos discípulos de Emaús (Lucas 24,13-35) en el cual se describe cómo Jesús camina con ellos, los escucha y comparte con ellos [el pan]. Los invitamos a unirse al camino de estos dos discípulos con el mismo entusiasmo y la misma alegría. El Papa Francisco destaca la presencia de Cristo en la Iglesia, cuando dice: “Cristo jamás abandona a la Iglesia. Él le da la fuerza y los instrumentos adecuados para ir por un nuevo sendero” (Carta al Pueblo de Dios, 20 de agosto de 2018, Nº2). Por tanto, ustedes son el presente y el maravilloso futuro de la Iglesia y de la sociedad”.

Oh Señor, “Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya se acaba” (Lucas 24, 29).  

 

* Patriarca caldeo de Bagdad y presidente de la Conferencia episcopal iraquí