Papa: Los ídolos prometen vida, pero en realidad la quitan. El Dios verdadero no pide la vida, sino que la dona

El Papa Francisco comienza un nuevo ciclo de catequesis sobre los mandamientos. El tema de la idolatría es importante, tanto para los ateos como para los creyentes. Los cristianos, las cartas del Tarot y la lectura de la mano para predecir el futuro. “En la antigüedad se hacían sacrificios humanos a los ídolos, pero esto pasa también hoy: por la carrera, se sacrifica a los hijos, ya sea descuidándolos o simplemente no generándolos”. “El dinero roba la vida, y el placer conduce a la soledad. Las estructuras económicas sacrifican vidas humanas para hacerse de mayores ganancias”. El Dios verdadero enseña a vivir la realidad de cada día. La invitación a hacer un examen de conciencia: “¿Cuál es mi ídolo? Quítatelo y arrójalo por la ventana”. 


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – “Los ídolos prometen vida, pero en realidad, la quitan. El Dios verdadero no pide la vida, sino que la dona”: es una de las frases más elocuentes pronunciadas por el Papa Francisco al dirigirse a los peregrinos reunidos en la sala Pablo VI para la audiencia general, en la cual él quiso mostrar “cuán grande es el alcance y la actualidad” del tema de la idolatría.

Reanudando los encuentros luego de una pausa de casi un mes, Francisco hoy dio inicio a un nuevo ciclo de catequesis sobre los mandamientos, y su reflexión se centró en el primer mandamiento: “No tendrás otros dioses delante de mí” (cfr. Éxodo 20,3-5a).

El pontífice subrayó que “todo… puede ser usado como ídolo. Estamos hablando de una tendencia humana, de la cual no se salvan creyentes ni ateos”. “El ser humano –dijo- no vive, si no se centra en algo. Y es allí que el mundo ofrece el ‘supermercado’ de los ídolos, que pueden ser objetos, imágenes, ideas, roles”. Y el Papa entonces se dirigió a los creyentes, planteándoles algunas preguntas: “Los cristianos podemos preguntarnos: ¿cuál es, realmente, mi Dios? ¿Es el Amor Uno y Trino o es mi imagen, mi éxito personal, quizás aún dentro de la Iglesia?... Uno puede crecer en una familia que nominalmente es cristiana, pero que en realidad está centrada en puntos de referencia que son ajenos al Evangelio”.

Para dar algunos ejemplos, Francisco recordó un episodio de su vida cuando él era obispo. Una vez, luego de una confirmación, mientras paseaba, vio a mucha gente que iba a hacerse leer las cartas. “¿Cuántos de ustedes han ido a consultar las cartas para conocer el futuro?” –preguntó-. “¿Cuántos de ustedes fueron a hacerse leer las manos para ver el futuro? El Señor está vivo, los demás son ídolos, que no sirven”

Prosiguiendo con la catequesis, el Papa mostró cuáles son las “fases” en las cuales “se desarrolla una idolatría”.

Ante todo, “ver”. Un ídolo es una ‘visión’ que tiende a convertirse en una fijación, una obsesión. En realidad, el ídolo es una proyección de sí mismos en los objetos o en los proyectos. De esta dinámica se sirve, por ejemplo, la publicidad: no veo al objeto en sí, sino que percibo ese automóvil, ese smartphone, ese rol –u otras cosas- como un medio para realizarme y para responder a mis necesidades esenciales. Y lo busco, hablo de ello, pienso en ello, la idea de poseer ese objeto o de realizar ese proyecto, de alcanzar esa posición, parece una vía maravillosa para la felicidad, una torre para llegar al cielo (cfr. Génesis 11,1-9), y todo se vuelve funcional en relación a esa meta”.  

La segunda “fase” consiste en “postrarse”. “Los ídolos exigen un culto, rituales, ante ellos uno se postra y sacrifica todo. En la antigüedad se hacían sacrificios humanos a los ídolos, pero esto también sucede hoy: por la carrera, se sacrifica a los hijos, ya sea descuidándolos o simplemente no generándolos; la belleza pide sacrificios humanos… ¡Cuántas horas frente al espejo pasa una mujer, para maquillarse!  Esto también es idolatría. Está bien maquillarse, pero no para convertirse en diosa. La fama exige la inmolación de sí mismos, de la propia inocencia y autenticidad. Los ídolos piden sangre. El dinero roba la vida y el placer conduce a la soledad. Las estructuras económicas sacrifican vidas humanas para hacerse de mayores ganancias. Pensemos en cuánta gente está sin trabajo porque los empresarios han resuelto dejar a la gente [desocupada] para ganar más dinero… El ídolo del dinero. Se vive en la hipocresía, haciendo y diciendo lo que los demás esperan, porque así lo impone el dios de la auto-afirmación. Y se arruinan vidas, se destruyen familias y se deja a los jóvenes abandonados, en mano de modelos destructivos, aún cuando aumenten las ganancias.

La droga también es un ídolo. ¿Cuántos jóvenes se arruinan la salud y dejan la vida en pos de adorar este ídolo de la droga?”

El tercer estadio es que “los ídolos esclavizan”: “prometen felicidad –dijo- pero no la dan; y uno se encuentra viviendo para tal cosa o para tal visión, dentro de un torbellino auto-destructivo, esperando un resultado que jamás llegará. Los ídolos prometen vida, pero en realidad la quitan. El Dios verdadero no quita la vida, sino que la dona. El Dios verdadero no ofrece una proyección de nuestro éxito, sino que enseña a amar. El Dios verdadero no exige hijos, antes bien entrega a su Hijo por nosotros. Los ídolos proyectan hipótesis futuras y hacen despreciar el presente; el Dios verdadero enseña a vivir en la realidad de cada día. No con previsiones sobre el futuro, sino caminando en el hoy, hacia el futuro. Es la cualidad concreta de la fe, opuesta a la liquidez del ídolo”.    

“Les pido que piensen: ¿cuántos ídolos tengo? Reconocer las propias idolatrías es un inicio de gracia, y nos pone en el camino del amor. En efecto, el amor es incompatible con la idolatría: si algo se vuelve absoluto e intocable, entonces es más importante que un cónyuge, que un hijo, o que una amistad. El apego a un objeto o a una idea nos vuelve ciegos al amor. Para ir detrás de un ídolo podemos renegar de las cosas más queridas: el padre, la madre, un hijo, el amor. Los ídolos nos roban el amor. Para amar de verdad necesitamos estar libres de cualquier ídolo”. Y, al concluir, aconsejó a todos realizar un examen de conciencia: “¿Cuál es mi ídolo? Quítatelo y arrójalo por la ventana”.