Papa Francisco y Bartolomé: Mensaje conjunto por el cuidado de la creación

El pontífice y el patriarca de Constantinopla firman juntos, por primera vez, el Mensaje para la Jornada mundial de oración por el cuidado de lo creado, fijada el 1ero de septiembre. La naturaleza es vista no como un don, sino como una posesión que debe ser sometida.  “El ambiente humano y el [ambiente] natural se están deteriorando a la par”. El cambio climático golpea ante todo a los pobres. Es necesaria una responsabilidad “compartida”, “confiable”, en la “solidaridad”. 


 Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – Por primera vez, el Papa Francisco y el patriarca ecuménico Bartolomé I han difundido un Mensaje en común en ocasión de la Jornada mundial de oración por el cuidado de la creación, que fuera establecida por el pontífice en el año 2015, fijada el 1ero de septiembre. El Papa había aludido a la misma en el Ángelus del 27 de agosto pasado. En el Mensaje, que transcribimos más abajo con el texto completo traducido por AsiaNews, los dos líderes subrayan que el ambiente degradado es fruto de una degradación de la ecología humana, en la cual el hombre ya no se ve más como custodio de lo creado y “colaborador de Dios”, sino como “dueño”. La oración por un cambio de mentalidad es al mismo tiempo un duro reclamo ante todos aquellos que tienen responsabilidades de tipo económico, social, político, cultural, en el sentido de trabajar en concordia “por la sanación de nuestra creación herida”, que genera víctimas, sobre todo, entre “aquellos que viven en la pobreza en cada rincón del globo”. Se subraya mucho la necesidad de que la responsabilidad sea “concertada y colectiva”, “compartida y confiable” y de que se dé “prioridad a la solidaridad y al servicio”.

 

El relato de la creación nos presenta una visión panorámica del mundo. La Escritura revela que “en el principio” Dios hizo la humanidad para que cooperase en [la tarea] de preservar y proteger el ambiente natural. En un comienzo, tal como leemos en el (libro del) Génesis, “no había aún en la tierra arbusto alguno del campo, y ninguna hierba del campo había germinado todavía, pues el Señor Dios no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre que labrara el suelo”. (2,5). La tierra nos ha sido confiada como un don sublime y como una herencia, por lo cual todos nosotros compartimos la responsabilidad a fin de que “al final”, “todas las cosas en el cielo y en la tierra sean restauradas en Cristo” (cfr. Efesios 1,10). Nuestra dignidad humana y el bienestar están profundamente conectados con nuestro cuidado de la creación entera.

Sin atenerse a esto, “en tanto”, la historia del mundo presenta un contexto muy diferente. Ésta revela un escenario moralmente decadente, donde nuestra actitud y el comportamiento en relación a la creación eclipsan nuestra llamada a ser colaboradores de Dios.  

Nuestra propensión a interrumpir el delicado y equilibrado ecosistema del mundo, nuestro deseo insaciable de manipular y controlar los limitados recursos del planeta, y nuestra avidez por el beneficio sin límites [que rige] en el mercado –todo esto nos ha alienado del objetivo originario de la creación. Ya no respetamos más la naturaleza como don compartido, la miramos como [si ésta fuese] una posesión privada. No nos llevamos bien con la naturaleza para afirmarla, sino que nos adueñamos de ella para afirmar nuestras construcciones.  

Las consecuencias de esta visión alternativa del mundo son trágicas y perduran a lo largo del tiempo. El ambiente humano y el [ambiente] natural se están deteriorando a la par, y esta degradación del planeta descarga su peso sobre los pueblos más vulnerables. El impacto del cambio climático azota, ante todo y sobre todo, a aquellos que viven en la pobreza en cada rincón del globo. Nuestro deber de usar los bienes de la tierra de modo responsable implica el reconocimiento y el respeto por todos los pueblos y por todas las criaturas vivientes.  La llamada urgente y el desafío de cuidar de la creación son una invitación a toda la humanidad, para que ésta obre en pos de un desarrollo sostenible e integral.  

Por eso, unidos por el cuidado en común de la creación de Dios, y reconociendo la tierra como un bien compartido, invitamos con fervor a todos los hombres de buena voluntad a dedicar un tiempo a la oración por el ambiente el día primero de septiembre.  

En esta ocasión, deseamos expresar nuestro agradecimiento a nuestro amoroso Creador, por el noble don de la creación y nuestra promesa de comprometernos a cuidarla y a preservarla por el bien de las generaciones futuras.  Después de todo, sabemos que trabajamos en vano si el Señor no está a nuestro lado (Cfr Salmos 126-127), y si la oración no es el centro de nuestra reflexión y celebración.

En efecto, un objetivo de nuestra oración es cambiar el modo en que percibimos el mundo, para cambiar el modo de relacionarnos con el mundo. El objetivo de nuestra promesa es ser valientes a la hora de abrazar una mayor simplicidad y solidaridad en nuestras vidas.

Nos dirigimos con urgencia a aquellos que están en posiciones de responsabilidad de tipo social y económica, o política y cultural, para que escuchen el clamor de la tierra y para estar atentos a las necesidades de los marginados, pero sobre todo, para responder a la súplica de millones, y a fin de sostener el consenso del mundo a favor de la sanación de nuestra creación herida. Estamos convencidos de que no puede haber solución sincera y duradera al desafío de la crisis ecológica y al cambio climático, si la respuesta no es concertada y colectiva, si la responsabilidad no es compartida y confiable, si no se da prioridad a la solidaridad y al servicio.

 

Desde el Vaticano y desde Fanar, 1 de septiembre de 2017,

Papa Francisco y el Patriarca ecuménico Bartolomé