Obispos filipinos: Los ataques a la vida “gritan al cielo pidiendo la justicia divina”

En un mensaje publicado ayer, la Conferencia episcopal condena la escalada de violencias que se registra en Filipinas, actos de terrorismo y homicidios extra judiciales de traficantes de droga son “pecados que hieren la dignidad de la persona humana”. En las últimas 10 semanas, 3.500 personas asesinadas en el país. Los tóxico-dependientes “son hermanos que merecen una segunda posibilidad, no la muerte”.


Manila (AsiaNews/CBCP)- Todos los ataques a la vida humana, desde el aborto a los actos de terrorismo, son pecados “que gritan al cielo pidiendo la justicia divina”. Lo afirman los obispos filipinos que, en un mensaje publicado ayer en ocasión de la festividad de la Virgen Dolorosa, expresan su preocupación por la escalada de la violencia que se registra en Filipinas. En las últimas 10 semanas, 3.500 personas fueron asesinadas en el país, 1.400 de las cuales porque eran sospechados de ser traficantes de droga y matados por las fuerzas del orden. El 2 de septiembre pasado un ataque bomba en la ciudad de Davao mató a 14 personas e hirió a otras 60.

Mons. Sócrates Villegas, presidente de la Conferencia episcopal, recordó que “la dignidad humana va siempre protegida y la nobleza de cada persona humana continúa a brillar no obstante las cicatrices del crimen y del pecado”. A fines de agosto, el arzobispo de Lingayen-Dagupan habían jecho un llamado para el fin de la cadena de los homicidios extrajudiciales, de traficantes deseada por el neo-presidente Rodrigo Duterte. Los obispos han pedido a las familias de las víctimas que no traten de vengarse y de no confundirla con la justicia.

Los tóxico-dependientes, dijo Mons. Villegas: “son hermanos enfermos que necesitan curación---merecen una nueva vida y no la muerte. Son pacientes que imploran ser curados (…). Pueden haberse comportado como canallas y como basura humana, pero el amor salvífico de Jesucristo existe ante todo para ellos. Ningún hombre o mujer puede ser indigno del amor de Dios”.

Por este motivo, escribe el arzobispo, los dependientes de la droga deben tener una segunda posibilidad: “Muchos en su dependencia, “muertos vivientes” a los ojos de un mundo que no perdona, nosotros ordenamos a nuestros hermanos drogados que se levanten y vivan de nuevo”.