Nuncio en Damasco: los ojos de los niños, espejo de las atrocidades cometidas en Siria

Desde que comenzó agosto que no llega asistencia humanitaria a las áreas que están siendo asediadas.  Se exige la suspensión de los bombardeos sobre Alepo. El rostro de un niño salvado de las ruinas es la imagen del conflicto sirio. Mons. Zenari: “No se ve el final del túnel”, es fundamental “el acceso a la ayuda humanitaria”.


Damasco (AsiaNews) - En Siria, la situación se está tornando “cada vez más grave”, y “no se ve el final del túnel”. Es más, en las últimas semanas se ha asistido a una “escalada de la violencia” que ha exacerbado aún más los términos del conflicto.  Es cuanto afirma ante AsiaNews Mons. Mario Zenari, nuncio apostólico en Damasco, que confirma las múltiples señales de alarma que llegan del país árabe, devastado por “cinco años y medio de un conflicto sangriento”. “Se aguarda siempre llegar a ver el fin de la violencia -agrega el prelado- pero por el contrario, lo que surge es una intensificación de la guerra”.

El enviado especial de la ONU para Siria, Staffan de Mistura, ha confirmado la suspensión de las actividades humanitarias de la task force de las Naciones Unidas, a causa de los continuos bombardeos que obstaculizan la distribución de ayuda. Él ha renovado el reclamo por una tregua de al menos 48 horas, sobre todo en  Alepo , convertida en epicentro del conflicto.

El alto funcionario de la ONU parece impotente ante la catástrofe humanitaria que se está consumando en la llamada capital del norte del país, otrora núcleo económico y comercial, donde se aguarda el arribo de cientos de combatientes para una “batalla campal”.

El llamamiento de Staffan de Mistura parece ser acogido por los rusos: el general  Igor Konashenkov, vocero del ministerio de Defensa, dijo estar disponible “a sostener la propuesta de de Mistura, y de establecer lo antes posible, incluso para la semana próxima, una pausa humanitaria de dos días” en Alepo para “proporcionar comida y medicinas a la población local”.  

La guerra en Siria, que estalló en marzo de 2011 como un movimiento de protesta popular contra el presidente Bashar al-Assad, se ha transformado con el tiempo en un conflicto difundido con derivaciones extremistas islámicas y movimientos yihadistas. Hasta ahora, la misma ha causado cuando menos 250.000 muertos y ha originado una de las crisis humanitarias más graves de la historia, con 11 millones de refugiados.

En tanto, de los escombros de la guerra en Siria está surgiendo un nuevo eje – Moscú, Teherán, Beijing - , capaz de contrastar las ambiciones estadounidenses en el área medio-oriental.

Los intereses de las potencias internacionales están consumándose a costas de la piel de la población civil siria, cada vez más devastada por la guerra. En efecto, en el mes de agosto, no ha habido ayuda humanitaria que haya podido llegar a las áreas asediadas, y la crisis alimentaria, hídrica y energética  se está tornando cada vez más aguda.  

En las últimas horas, se ha vuelto símbolo del conflicto sirio la imagen de un niño (en la foto) de tan sólo cinco años, llamado Omran Daqneesh, que apareció en un video  que fue filmado en Alepo.  El pequeño es rescatado de las ruinas luego de un bombardeo, y es recostado sobre una silla naranja, con la mirada perdida en el vacío, sin romper en llanto ni  en un lamento. Para miles de personas que han compartido la foto en las redes sociales, sus ojos son el símbolo del conflicto.

“Los sufrimientos de los niños –cuenta a AsiaNews Mons. Zenari- son los que más nos golpean. Incluso el Papa en su llamamiento en el Angelus  del 7 de agosto pasado, recordó a la población civil indefensa, y en particular a los niños, que son las víctimas más inocentes. Desde el inicio de la guerra, 14.000 niños y menores han perdido la vida en el conflicto”.

La prioridad, prosigue el diplomático vaticano, es “la entrega de ayuda humanitaria”, pero en este ámbito la situación también es alarmante. “Me refiero a las palabras de de Mistura –afirma Mons. Zenari-, ya que según ha dicho, ningún convoy humanitario ha podido ingresar a las zonas que están siendo asediadas”. La esperanza es que “disminuya la violencia y que pueda incrementarse el acceso a la ayuda”, pero contrariamente a esto, lo que se registra en el campo “es una escalada de la violencia”.

“Continuamos haciendo llamamientos por la paz, por el fin de la violencia –concluye el prelado-, pero éstos caen en saco roto, y nos sentimos impotentes ante los oídos sordos de muchos. Sin embargo, es importante continuar relatando los sufrimientos” de un país y de un pueblo atormentando “por cinco años y medio de guerra”.