Una Europa no farisea, por el islam integrado y contra el islam terrorista
de Samir Khalil Samir

La fiebre islamista se difunde por todos lados, siempre con un carácter salafista. La lucha contra el terrorismo corre el riesgo de ser farisea, si no condena a los países que apoyan  y financian el wahabismo, es decir, a Arabia saudita, a Qatar y a Turquía. La integración debe llevarse a cabo con reglas precisas. El ejemplo de Austria y Suecia: no a las financiaciones de mezquitas en el extranjero; la predicación sólo en la lengua del lugar; el diploma de imán otorgado a través de una escuela europea. Francia y Bélgica, Estados laicos, penalizan a los católicos y favorecen a los musulmanes a cambio de votos o contratos económicos.


Roma (AsiaNews)-  Los trágicos atentados de Bruselas han producido en Europa dos actitudes: una que es guerrera,  y otra que es sentimental. Los terroristas que perpetraron los atentados era conocidísimos por la policía, por los servicios secretos, y, sin embargo, hicieron lo que quisieron. Ahora, nuestra gente se ha vuelto “guerrera”: actuar un sistema de seguridad preciso, controlar las fronteras, rechazar a todos los migrantes, maldecir toda propuesta de integración.

Pero luego tenemos a la gente común, por ejemplo, algunos jóvenes que sólo piden tranquilidad, y que delegan la defensa a un Estado que ya se ha vuelto frágil. Pero ellos no se sienten responsables de nada.

De hecho, existe un miedo difundido a que el terrorismo nos robe nuestro modo de vivir, tan despreocupado y “libre”. Muchos periódicos subrayan además “la guerra” de Europa. Pero Europa desde hace tiempo que está en guerra contra el yihadismo.

También es verdad que existe una escalada. La fiebre islamista ya está por doquier. No hay tan sólo un país preciso o una zona. Los yihadistas obran por todos lados: en las calles, en los restaurantes, en el aeropuerto, en el subterráneo metropolitano. Parece ya no haber escape.

Los terroristas aprovechan cada situación para hacer estallar todo: Pakistán, Bangladesh, Nigeria, Kenia, Libia,… Quizás no son las mismas personas o el mismo grupo, pero toda esta violencia tiene un origen, que es el salafismo.

Existe una ramificación del pensamiento islámico, que intenta globalizar el terror.

El profesor Pierre Vermeren en Le monde de ayer escribe acerca de la historia de estos grupos marroquíes, a los cuales pertenecen los terroristas de París y Bruselas. Ellos o sus padres llegaron a Europa con el boom de las industrias mineras y del acero; con  la crisis se convirtieron en desocupados; tras la desocupación se convirtieron en delincuentes (traficando hachís). Pero llegado este punto, también debido a un extraño pacto económico con el mundo saudita, comenzaron a llegar decenas de predicadores wahabitas, construyendo mezquitas tras mezquita. Y este fundamentalismo los tomó, y los convirtió en terroristas.

Un hecho similar sucedió también en Francia. Pero Bélgica y Francia, con gobiernos laicos, desinteresados de la religión, no se ocuparon de este aspecto y los han dejado crecer hasta hoy. Los Estados pensaban poder controlar la situación de una manera política y sociológica. Y en cambio, el fenómeno les estalló en la cara.

En Bélgica existen barrios donde la policía ya no entra más. En Molenbeek (el barrio de Salah Abdeslam, el terrorista arrestado en Bélgica, responsable de la masacre de París-ndr), pero también hay otros barrios donde la policía llega pero hombres barbudos los frenan o les bloquean el paso diciendo que esa es la “su casa” y que las fuerzas del orden no deben ingresar allí.

Son zonas que ya no son controlables. En Francia la situación es similar, con barrios donde la delincuencia juvenil hace lo que quiere. Incluso si sus padres, más ancianos, no están de acuerdo, los jóvenes se portan como dueños del lugar y ellos son la ley.

Por otra parte los precios y los alquileres en el centro de la ciudad son muy altos, y esta gente tiene que ir a vivir a la periferia, que se convierten en ciudades con justicia propia.

El wahabismo se difunde por todos los lados: con el dinero, con las mezquitas, con los imanes pagados por el extranjero. Y este es el resultado.

La enfermedad islámica

Los estados europeos proclaman ahora un sistema de seguridad fuerte, que sea compartido, pero no confiesan la superficialidad con la cual han dejado a Arabia Saudita, a Qatar y a otros países financiar a sus predicadores, imanes y mezquitas, dejando predicar en árabe, y así dejando crecer la ideología yihadista.

Pocos países, como Austria y Suecia, han dado reglas precisas: no se aceptan proyectos de mezquitas financiadas desde el extranjero; las prédicas deben realizarse en la lengua del país anfitrión; los imanes deben ser formados en el país. En Austria, por ejemplo, se trató de iniciar una escuela teológica islámica local dentro de la universidad, con programas académicos: quien quiere ser imán reconocido, debe estudiar allí.

Se necesita poner un mínimo de reglas: por ejemplo, no se puede rezar bloqueando las calles. Esto, que es una especie de chantaje y se convirtió en algo muy difundido. Una vez sucedió algo así en Milán; en París todavía sucede ahora; en Marsella ¡hay barrios enteros secuestrados para la oración!

Los Estados no entienden nada de religión y menos aún de la religión islámica y dejan hacer lo que quieran. Quizás a los católicos les pondrán prohibiciones, pero hacia los musulmanes muestran condescendencia.

Francia, por ejemplo, es a menudo anti-católica en su gobierno y hace de todo para frenar a los católicos, pero facilita las cosas a los musulmanes para hacerse de sus  votos. Quizás lo mismo sucede en Italia.

En Francia el entonces presidente Sarkosy, puso en vigor una ley del siglo XIX, por la cual, con el pago de un franco al año, es posible alquilar por “motivos culturales” un terreno por la ¡duración de 99 años! Él alentó a todos los intendentes a alquilar los terrenos a los musulmanes, y no a los cristianos.

Y esto fue sólo por motivos políticos y económicos, para conquistar votos e inversiones por parte de Arabia Saudita, Qatar y los Emiratos árabes.

Qatar y Arabia Saudita son oficialmente wahabitas. En Europa nadie los acusa de terrorismo, pero en la prensa árabe todos lo dicen, porque son ellos los que ayudan a los yihadistas. Son ellos los que financian a ISIS; las armas compradas por ellos pasan a través de Turquía y terminan justamente en manos de los yihadistas, a los cuales después encontramos en Europa.

Turquía hace un doble juego: se muestra “europea” y al mismo tiempo deja pasar libremente a los "foreign fighters" (combatientes extranjeros, ndt) al territorio de Siria. Y sin embargo, nadie critica a estos países. Desde hace casi un año, Riad está bombardeando Yemen, en las regiones donde están los chiíes, ataca hospitales y plazas o mercados colmados de civiles, y nadie protesta.

Resulta obvio pensar que hay acuerdos económicos al más alto nivel. El año pasado, Francia vendió a Qatar 24 aviones de guerra Rafele por 3,5 millardos de dólares estadounidenses. Así las violencias contra los derechos humanos son acalladas. Riad ayuda también a Egipto, y, a cambio, nuestro país debe hacer un poco de lugar para los Hermanos Musulmanes.

Resumiendo, en la lucha contra el terrorismo y en las denuncias que hace Occidente, hay mucho de fariseísmo.

También el acuerdo de la UE con Turquía para la repatriación de los refugiados sufre de mucha ambigüedad. Parece hecho a las apuradas y con superficialidad. ¿Cómo se puede pensar llevar de vuelta a un refugiado que pagó cinco mil euros para embarcarse, arriesgando la vida, para llegar a Europa y después hacerlo volver a Turquía? Más que estar basado en los derechos humanos, ¿no parece más bien cuadrar con los intereses de los contrabandistas de personas?

Hay una plaga, una enfermedad islámica dentro del islam y todas las luchas inernas al islam son para definir qué es una verdadera religión. Una parte de esta lucha es financiada por estos países, que quieren hacer vencer al islam wahabita.

En Al-Azhar, la universidad más importante del mundo sunita, no son wahabitas, pero como resulta ser que es Arabia saudita quien sostiene la universidad, ellos enseñan este islam fundamentalista. Ellos dicen: ¡No, no, estamos cambiando!, pero no es verdad. Los libros son siempre los mismos: se mofan de las otras religiones, hacia los kuffar (los paganos),…Hace un mes algunos grandes pensadores egipcios acusaban a al-Azhar en la televisión: “No podremos hacer nada- decían ellos- hasta que esta universidad no cambie sus programas de enseñanaza”.

La integración con las reglas

Para cambiar la situación tenemos a disposición pocos instrumentos. El único camino de salida sería que Europa sea sumamente rigurosa en las normas, enseñando a todo inmigrante, incluyendo a los musulmanes, que aquí hay leyes muy claras y precisas en cuanto a las tradiciones culturales, y que son y deben ser respetadas. No es admisible ceder y dejar que se rece en las calles bloqueando el tráfico, permitiéndolo por este u otro motivo; no se puede aceptar que ellos se nieguen a ir a la escuela pero que después pidan el subsidio por desocupación.

Poco tiempo atrás, seguía a algunos refugiados musulmanes en las periferias de París. Y observé que las muchachas estudiaban asiduamente, durante la noche estaban allí en sus casas repasando las lecciones. Los jóvenes en cambio, iban al bar hasta medianoche y así no terminaron bien la escuela. De este modo sólo encontraron trabajos provisorios y precarios, o bien iban a refugiarse a la mezquita pidiendo ayuda. Las familias no logran contener a estos muchachos.

Es necesario educar en el respeto a las reglas de convivencia. En Alemania, por ejemplo, en la ciudad donde paso algunos meses al año, después de las diez de la noche no se puede hacer ruido. Haya o no fiesta, no se puede hacer ruido. La policía llega y advierte a los culpables. Después de dos veces de advertilres, a los transgresores se los llevan a la cárcel por algunos días.

La integración es también esto. Y antes de dar a todos estos refugiados el permiso de residencia, se necesita un período de prueba, para ver si efectivamente ellos son capaces de integrarse.

En Alemania, a doscientos metros de la parroquia donde voy, hay un campo refugiados que son en su mayoría musulmanes. Vienen de Siria, Líbano, Medio Oriente, África…y están contentísimos. Con ellos hablo en árabe, o en francés con los africanos. Y todos ellos dicen siempre en coro: ¡Dios bendiga a Alemania!

¿Qué hacen? Los hospedan, por ejemplo, en una escuela que no está en uso, cada familia en una habitación, todo es muy sobrio, y no les dan dinero, pero sí unos bonos para comprar las cosas necesarias (comida, vestimenta, etc… no pueden comprar tabaco ni alcohol). Para los padres está la escuela para adultos, que es gestionada por voluntarios. Dentro de estas reglas férreas, ellos agradecen al gobierno alemán.

De este modo, Europa puede mostrar su estilo de atento humanismo. Una familia libanesa de ese campo de refugiados, por ejemplo, quedó conmovida porque al papá se le costeó una operación muy delicada de corazón, incluyendo la rehabilitación. Me decían: "En nuestro país, nadie habría aceptado ayudarlo".

La integración significa también trabajo. Se necesita una formación que dure alrededor de dos años; después, es necesario ponerlos a prueba; y si demuestran ser capaces de integrarse, recibirán el permiso de residencia. Luego, si alguno de ellos lo desea, puede también solicitar la nacionalidad.

En Alemania, usando este método, hay menos problemas, a pesar de que allí hay varios millones de refugiados.

Es necesario que nuestros políticos, junto a los musulmanes que entienden los problemas de Occidente, encuentren un camino para educar en pos de la integración. En Italia, en cambio, me he encontrado con problemas. Por ejemplo, me encontré con dos egipcios que se niegan a trabajar, rechazan integrarse y viven el día a día. Lo único a lo que aspiran es a encontrar a laguna mujer italiana con quien casarse, para ponerse al día con la visa de entrada y, así, poder residir en Italia.

Lamentablemente las mujeres se dejaron conquistar, pero ahora se lamentan diciendo que cómo es posible que durante el cortejo fueran tan gentiles, correctos y disponibles. Y que después de casarse hayan comenzado a mandar a sus mujeres como si estuvieran en Medio Oriente: no vayas allá, donde hay demasiados hombres; estás detrás de tu hombre y jamás a su lado, etc…

Integración significa hacer comprender que aquí en Italia el hombre y la mujer tienen los mismos derechos y deberes, están perfectamente a la par. Es más, si hay que privilegiar a alguien, es a la mujer. Y esto es justamente lo contrario de lo que ocurre en la cultura medio-oriental.